Nayzai Saavedra [email protected]
Los comedores populares pertenecientes a la red del Instituto Nacional de Nutrición (INN) fueron muy famosos hasta hace aproximadamente 10 años atrás.
Algunos ciudadanos, sobre todo los más ancianos, los recuerdan como unos lugares buenos, bonitos y baratos, ya que a precios módicos podían disfrutar de sopa, seco y jugo, según sus relatos.
Otros los rememoran porque ofrecían comida gratuita y un lugar en donde refugiarse -al menos por un rato- los más necesitados.
En un recorrido realizado por el equipo del Diario 2001 se conoció que, en la actualidad, en Caracas sólo queda un comedor popular y este está ubicado en Plaza Sucre, Catia.
Una vez en el lugar, los encargados del establecimiento indicaron que no estaban autorizados para ofrecer información sobre cómo está operando el comedor en la actualidad; no, sin permiso del Ministerio de Alimentación. Previamente, el Diario 2001 trató de conseguir la vocería oficial, a través del INN; no obstante, hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta alguna.
Desmejora. Por otra parte, desde el Comedor Popular de Catia en dónde asisten hasta 300 personas por día- conversamos con un grupo de beneficiarios que confesaron que la calidad no es la misma de antes.
Comentaron que la variedad ya casi no es tal, ya que suelen repetir según la disponibilidad de alimentos con la que cuentan. Las porciones también han sido reducidas.
“Antes era comida buena, pero desde hace tiempo empezaron con un régimen ‘de la miseria’. Las raciones son escasas; a veces dan arroz con ensalada y un poco de sopa de vegetales, y así se las arreglan”, dijo una señora de la tercera edad que prefirió permanecer en el anonimato por temor a que no la dejaran regresar.
“Mejor es algo que nada”, agregó la ciudadana de 67 años, mostrando el envase de comida en dónde le sirvieron su porción del día: unos cuantos bocados de espagueti.
También le dieron una cucharada de ensalada, pero admitió que se la comió de una vez para amortiguar “hasta más tarde”, porque a pesar de que contaba con su pensión no le alcanzaba para nada.
“Mis hijos y mis nietos tienen hambre; esto es desesperante”, agregó angustiada, mientras que otra beneficiaria gritaba “queremos carne o por lo menos pescado”.
Otros de los presentes pidieron que se les hiciera seguimiento al comedor por- que la atención es inadecuada; en su mayoría son personas mayores y con movilidad reducida, y a veces tienen que esperar de pie durante mucho tiempo, mientras llega su turno.
“A veces dan una comida completa; otras, media comida; a veces no la dan porque tienen problemas con el agua y otras porque no alcanza para todos”, dijo otro usuario, que aseguró comer en el lugar desde hace 10 años; agregando que algunos se han devuelto con sus platos vacíos porque cuando les tocó su turno ya no había nada.
“Considero que debería haber más opciones porque este no se da abasto para todos los que vienen”, confesó otro de los asistentes.
Lo que fue. El otro comedor que quedaba, y que resultaba uno de los más emblemáticos, era el ubicado en la avenida Fuerzas Armadas -en la esquina de Crucecita- pero cerró hace dos años cuando se inició una remodelación en el que fue llamado Centro Dietético Socialista (Cedis) “Olga Luzardo”.
La obra tenía prevista un tiempo de ejecución de seis meses con una inversión de Bs. 14.311.165,51. Sin embargo aún continúa sin ser culminada.
En el lugar, un anciano de 76 años comentó que le gustaba mucho más comer allí -ahora debe trasladarse hasta Catia- porque además podía sentarse a comer con calma y no tenía que llevar su propio recipiente. También insistió en que la comida en Catia no tiene la misma calidad.
Informó que en el comedor de la Avenida Fuerzas Armadas estaban inscritas mil personas.
En la Zona Industrial “B”, de San Martín, a la altura de Artigas, se estableció -hace diez años- un CDI llamado Herrera Vegas. Pero antes de serlo también fue un comedor popular que llevaba el mismo nombre.
Ahora, con 62 años, una trabajadora de Barrio Adentro manifestó que aún recuerda cuando utilizaba el comedor popular. “Era sopa, seco y jugo; recuerdo que al principio pagaba el menú en 1 bolívar con 50 céntimos y la última vez que comí allí valía Bs. 2 con 25 céntimos”; rememoró, agregando que se comía bien.
Otra empleada dijo que también lo recordaba porque pasaba todos los días por el lugar. Es de la opinión de que en la actualidad ayudaría bastante que volvieran esos comedores, claro que no de forma gratuita ni mucho menos, pero que sí ofrezcan variedad y economía en esta época tan difícil.
2016-06-17