Redacción Diario 2001
La profanación de tumbas no solo es un delito repudiado por la justicia terrenal sino también por la ley divina.
Ante los ojos de la Iglesia Católica, esto es una injuria grave y escandalosa contra lo sagrado que deja en descubierto la perversidad en la que puede caer una persona, un grupo o una “auto-organización” que es desinteresada para con ciertos elementos vulnerables de su población.
Desde este punto de vista religioso un cadáver no es solo eso, en realidad representa el despojo mortal de la persona difunta, cuya vida espiritual es trasladada al destino que Dios le haya concedido más allá del conocimiento y libertad humana, por ello los restos de cualquier individuo deben dejarse en paz dentro de su respectiva tumba.
Por otra parte esto representa un altercado a una ceremonia tan importante como lo son las exequias, ya que a través de ella la Iglesia obtiene para los difuntos ayuda espiritual divina, consuela a sus deudos y honra a los cuerpos como templos terrenales del espíritu humano, y según la verdadera fe, templos del Espíritu Santo de Dios.
Debido a la gran cantidad de profanaciones que se realizan con fines ligados a la palería, la opinión eclesiástica considera que estos comportamientos que incurren en la destrucción de un cadáver provienen de un colectivo que actúa bajo los cánones del maligno y mentes perturbadas, dado que son prácticas satánicas que le rinden culto al “Dios de las tinieblas y el mal”.
2016-06-03