Redacción 2001 | [email protected]
El acelerador de una moto puso los pelos de punta a Indura mientras caminaba por la avenida Universidad, en el centro de Caracas. Milésimas de segundos después pasan dos sujetos en un vehículo, la ven, no se paran. No fue más que un susto.
Durante esos instante la mujer hizo memoria de todo lo que tenía encima, respiró profundo e intentó no dar un paso en falso. Luego que pasaron, botó el aire, volteó hacia la calle y cambió de cuadra para seguir su camino.
Ella no es la única que teme al escuchar el ronquido de uno de esos vehículos de dos ruedas. Y es que lo único que se le viene a la mente a la mayoría de los caraqueños es un “me van a robar”.
Para muchos, los motorizados, que se han multiplicado en las calles en los últimos años, son sinónimo de delincuencia. No es para menos. Pues, algunos los robos a mano armada o arrebatones que se registran a diario tienen como protagonista a un conductor y su parrillero.
Los ciudadanos reconocen que no todos son malos, incluso hay quienes aseguran que “los amigo de lo ajeno” son la minoría, pero eso no quita que infundan cierto temor a los transeúntes y propios conductores de carros.
Sin embargo, los vínculos con el hampa no es lo único con lo que unen a los motorizados. La anarquía va de la mano con ellos.
Conductores de carros y peatones critican a diario cuando éstos se “comen la luz” en los semáforos. “No la respetan nunca”, reprocha una señora.
En Plaza Venezuela, por ejemplo, hay un punto en el que se unen las avenidas Las Acacias, La Casanova y la Prolongación de Las Acacias (mejor conocida como “la calle de los hoteles”). Ahí los motorizados pasan como “Pedro por su casa” y, pese a que hay un módulo de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), para ellos la luz siempre está en verde.
Cuando se suben a las aceras también molestan a los peatones. Algunos de los conductores aseguran que lo hacen para “recortar camino”, pero no bajan la velocidad. En la avenida San Martín, y en varios sectores del municipio Libertador es común ver estas escenas. Además de ser una “vías rápidas”, las aceras también las usan como estacionamiento. Incluso, hay líneas de mototaxis que no tienen sus vehículos en la calle, sino en la zona de los peatones.
La falta del casco también es otra de las reglas rompen. En temporadas de clases es común ver a representantes llevando a dos o tres niños en una moto y, por lo general, los menores no tienen el protector en la cabeza. Lo mismo pasa cuando hay dos adultos y un niño en el vehículo, el pequeño es el perjudicado.
2018-01-03