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La basura se ha convertido en el "comedor" de muchos (+Fotos)

Martes, 14 de febrero de 2017 a las 08:00 pm
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Daisy Galaviz 

Llegar a comer de lo que “hay” en los basureros o contenedores no se dio así por así. Cada hombre o mujer que llena su estómago de desperdicios tiene una historia a cuestas.

Eduardo Andrés Mora tiene 37 años y pasó de vivir en una habitación en Caño Amarillo y de trabajar como enfermero en el Centro Médico de Caracas, ubicado en San Bernardino, a depender de “lo que consigo en los contenedores de la (avenida) Urdaneta”.

Eduardo cuenta que hasta hace un mes tenía un techo donde pasar las noches pero la falta de pago hizo que los dueños de la residencia lo obligaran a desalojar. “La gente solo piensa en ella misma, no ayudan a los demás”, dice.

El exenfermero detalla que es oriundo de Los Caracas, estado Vargas, pero sus padres decidieron cambiar de código postal y cuando tenía 10 años se establecieron en la capital.

Dice que ellos murieron hace años y no le queda más familia pues fue hijo único. Sus complicaciones comenzaron en 2004, cuando quedó con un brazo inmovilizado luego de caerse de una escalera, lo que provocó que lo despidieran inmediatamente sin darle oportunidad a nada.

Lo que gana no alcanza. Eduardo explica que no es desempleado, actualmente labora para una compañía que fabrica jabón en polvo y él se dedica a descargar la mercancía en las distintas distribuidoras.

No obstante, tener un empleo no le asegura un bocado caliente debido a que solo le pagan 40 mil bolívares, “y esa cantidad en este país no es nada”.

Zapatero sin pan. Daiver Enrique González (29), es un joven que en la vía que conduce al túnel de La Planicie se encuentra buscando su almuerzo y además hace de una ensalada (almacenada en un pote plástico) su merienda.

Explica que no llegó a la calle por decisión propia, sino porque “a veces la vida te jode y no sabes en qué momento lo hizo”. Hasta hace tres años se dedicaba a la albañilería y “mataba tigres” como zapatero en Barlovento, pues sus primeros pasos los dio en esta región mirandina.

El joven cuenta que la vida lo colocó en la calle porque era consumidor de droga y relata que “me sembraron unos gramos y me tocó pagar cana”; duró un año y siete meses en el Rodeo II. En este recinto carcelario interrumpieron sus habilidades laborales, le dieron un disparo en su mano derecha y quedó incapacitado.

Una causa, la familia. Daiver comenzó a usar drogas para aislarse del mundo por problemas con su familia y terminó convertido en un huésped de la calle.

Dice que sufría el maltrato de su madre y que desde muy pequeño perdió a su padre. “Cuando eso pasó me volví rebelde, quería huir”. Ese comportamiento lo llevó pronto a la cárcel. En Barlovento dejó a su mamá y a sus cuatro hermanos (menores que él).

Su “ahora”. El joven no duerme en la calle, reside en una pensión en San Martín donde la noche le sale Bs. 1.500 y paga con el dinero que gana reciclando basura. Aclara que no come nada que esté “dañado” y “días como el de hoy (ayer) son un bingo, llevo una bandeja de chuleta y un plátano bien maduro”.

Daiver prepara lo que encuentra en las orillas del río Guaire junto a otros compañeros que hacen del basurero su supermercado.

Sin trabajo ni comida. Luis Flores se alimenta a diario de los contenedores ubicados en la avenida Sucre, en el oeste capitalino, porque donde toca las puertas para trabajar “no hay quien me diga que sí”.

Luis tiene 55 años, 15 de ellos sin una ocupación fija. Dice que laboraba como albañil para distintas constructoras pero la fuga de muchas hizo que la recolección de latas, botellas y piezas de electrodomésticos sean su nuevo quince y último.

Sin embargo, Flores menciona que este dinero no le es suficiente y le tocó renunciar hace dos años a un cuarto que tenía arrendado en La Silsa. Ahora su colchón es un cartón que coloca en cualquier parte de la avenida Sucre.

Relata que no tiene esposa ni hijos, pero sí ha tenido pareja. “Luego que murió mi mamá me quedé solo”, porque tampoco tuvo hermanos. Luis dice que ha “pasado mucha roncha” y quisiera un cambio en su vida. “Deseo tener trabajo, una casa, comidita caliente y una almohada; nadie sabe lo chévere que se siente dormir sobre una almohada”, exclama.

FOTOS: Génesis Ramos

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