Jesús Barreto | @[email protected]
Las consecuencias de la masiva interrupción eléctrica que se registró en Venezuela entre el jueves 7 y el miércoles 13 de marzo no terminan de ser cuantificadas.
El daño, originalmente evidenciado en la inoperatividad, las pérdidas económicas por la prolongación de la falla, para la que hasta la fecha no se ha ofrecido alguna explicación técnica, más allá del presunto "ataque cibernético" perpetrado por Estados Unidos, también incidirá en las dificultades para el acceso a alimentos sobre todo en los segmentos más vulnerables de la población.
Edison Arciniega, director ejecutivo de la ONG Ciudadanía en Acción, enumeró las dificultades que enfrenta el sistema alimentario nacional por la pérdida progresiva, desde antes del apagón, de la capacidad de generación eléctrica en el país, hecho que afecta la producción y procesamiento de alimentos.
"La no disposición de energía también es un problema para el sector alimentario en toda Venezuela. El sistema eléctrico nacional pasó de generar 21.000 megavatios, como media histórica hasta 2016, a solo 13.500 megavatios en 2018. Luego del apagón se calcula que la generación está sobre los 9.300 megavatios, según estudios del Grupo Ricardo Zuloaga", detalló.
Arciniega, quien además es experto en seguridad alimentaria, afirmó que este déficit en la generación eléctrica ocasionará un descenso aún más pronunciado en la producción en los sectores agrícola y pecuario.
"El sector alimentario necesita 9.000 megavatios para producir y procesar70% de la capacidad alimentaria del país, es decir, el total de todo lo que está disponible para todo el territorio nacional y el resto de las industrias. Pero ni esos 9.000 megavatios está garantizado", fustigó.
Como ejemplos, el también sociólogo egresado de la Universidad de Buenos Aires, en Argentina, expuso los casos de Calabozo, en el estado Guárico, asentamiento rural con capacidad para producir arroz para 30 millones de personas y en donde este año solo se podrán producir el cereal para 6 millones de consumidores.
Otra muestra del deterioro del sector es la situación del Valle de Quíbor, en el estado Lara, otrora bastión agrícola del occidente venezolano, donde se producía 80% del ajo y cebolla que se consumía en el país hasta 2014 y que, según Arciniega, "ahora no tiene energía y 82% de la producción desapareció".
La afectación alcanza un nivel igual de crítico en el Zulia, locación en la que, de acuerdo con los datos manejados por el sociólogo, “solo hay energía para procesar 15% de la leche que se produce”. Esto ha llevado a que “se extienda el problema alimentario histórico de Venezuela; se puede producir pero no se procesar”.
La falta de electricidad ha impactado el bombeo de agua y la refrigeración. En los tres casos citados el acceso al líquido es nulo, por lo que los mecanismos de riego están paralizados. "Se detuvo la producción primaria y se rompió la cadena de frío", lamentó.
2019-03-25
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