Jesús Noel Hermoso/ [email protected]
Caía una tarde de junio en Petare cuando un muchachita, de apenas 12 años y coqueta como toda niña, caminaba hacia su casa. De pronto, cinco jovencitos de su colegio truncaron su camino: “tú vienes con nosotros. Tú nos dijiste que querías estar con nosotros, así que dale”, le dijo uno de los chamos. La llevaron por la fuerza a una construcción abandonada y la desnudaron mientras tapaban su boca para que no gritara. Se desnudaron y comen- zaron a abusarla. Uno a uno se turnaron confundiendo en su desespero la vagina con el ano, mientras hacían sangrar a la niña producto de la violenta agresión.
Los involucrados y su víctima tienen entre 12 y 15 años. Una ley especial denominada Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes de Venezuela (Lopnna) busca “garantizar a todos los niños (…) el ejercicio y el disfrute pleno y efectivo de sus derechos y garantías, a través de la protección integral que el Estado, la sociedad y la familia deben brindarles”, dice el artículo 1.
Además, el 8 de junio entró en vigencia una reforma que modifica los artículos 526, 527, 531, 553, 560 y 628 del titulo V de esta ley, luego de que el 14 de agosto de 2014 en menos de 5 minutos y como si se tratara de algo intrascendente, el voto unánime de los diputados de la Asamblea Nacional (opositores y oficialistas) daba por aprobada la reforma en segunda discusión.
“La aprobación fue una letanía”, reclama Carlos Trapani, coordinador del programa Buen Trato del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) y quien tiene sustanciadas críticas frente a la reforma, que comienzan con asegurar que “no hubo consulta previa suficiente”. También asegura que “una reforma no puede estar precedida por matrices de opinión”.
La reforma, que se aprobó en el marco de crímenes ampliamente conocidos, presuntamente perpetrados por adolescentes (el de Mónica Spear y Eliécer Otaiza) buscaba “castigar” frente a la sociedad a los criminales para “desmotivar o reducir la participación de los adolescentes en delitos graves. Algo probadamente falso como medida para reducir delitos”, explica la investigadora Gloria Perdomo, directora de la Fundación Luz y Vida de Petare.
El proceso
El Cicpc posteriormente dio con los adolescentes presuntamente responsables de abusar de la niña. Luego de pasar una noche presos en ese organismo en un lugar de reclusión de adultos, los 5 adolescentes fueron trasladados por una comisión del Cicpc al Consejo de Protección de NNA de Sucre. Uno tras otro, literalmente encadenados mediante esposas atadas a una cadena, fueron recibidos. La Consejera de Protección de NNA de Sucre, Angeyeimar Gil, explicó que los efectivos desconocían el procedimiento a tal punto de que tuvieron que regresar a 3 de los adolescentes porque tenían más de 14 años. De los 5, sólo dos (de 12 y 13 años) podían ser atendidos por el Consejo de acuerdo a procedimientos establecidos en la reforma.
Luego de que los consejeros oyeron las versiones de víctima y victimarios se tomaron las medidas del caso, como la inclusión de los adolescentes en un programa de fortalecimiento familiar y psicológico. Pero la medida también supone enviarlos a todos a sus casas.
“Tuvimos que calmar la ira de la familia de la víctima luego de explicarles que esas eran las medidas que establece la ley. Ellos dijeron que iban a hacer justicia en su comunidad y es algo que preocupa mucho. Todos estudian en el mismo colegio”, expuso la consejera.
“La actitud de los adolescentes fue retadora, incluso de risas. Ellos aseguran que la niña quería y que había aceptado. Nosotros hablamos con ellos para que entendieran la magnitud de su actuación, pero ellos no mostraban ninguna reflexión. Los policías los amenazaron mientras estuvieron presos, pero no les afectó en ningún sentido. Se mostraban inmutables. Sus madres están muy alarmadas por el riesgo que corren en la comunidad. Una de ellas dijo que le iban a quemar la casa y solicitó al Consejo que protegiera a su hijo”, describió Gil.
La Red por los Derechos Humanos de los niños, niñas y adolescentes, a la cual pertenecen Trapani y Perdomo, reclama que en la reforma agregaron responsabilidades a diversas instituciones, pero detallaron que “no existe una rectoría por parte del Estado, una institución que tenga que establecer políticas públicas destinadas a atender los niños, niñas y adolescentes incursos en delitos de este tipo. Esto no está definido en la ley”, explica Trapani.
Ausencia de políticas
Gil asegura que en el Estado venezolano “no existen programas socioeducativos que reorienten a jóvenes que cometen este tipo de delitos más allá de la atención psicológica y fortalecimiento familiar. Solo existe, y con limitaciones, para los que tienen responsabilidad penal.
Para dar una idea, Ariana Galarraga, directora de Servicio de Protección Integral del Niño, Niña y Adolescente del Estado Miranda (Sepinami), explica que su institución tiene para atender sólo a 156 jóvenes que, a partir de la reforma de la ley, son privados de libertad y tienen edades entre los 14 y 17 años. “En este momento tenemos recluidos solo a 60 varones y 19 chicas ya que una de las sedes, con 39 cupos, está inhabilitada por reparaciones luego de un motín que destruyó las instalaciones”, explica Galarraga. Noventa y ocho adolescentes esperan por cupo, recluidos en sedes policiales para adultos. Esta institución atiende solo a Barlovento, Valles del Tuy y Altos Mirandinos.
Entre tanto, los otros tres adolescentes victimarios fueron presentados ante el Ministerio Público para que un juez los atienda. Este proceso, que antes de la reforma duraba máximo 96 horas, ahora puede durar hasta diez días. “Este tiempo lo pasarán en sedes policiales como PNB de Catia y Sebin, y si se determina la responsabilidad penal serán trasladados a centros como Sepinami, en los que no hay cupo, lo que también vulnera los derechos”, detalló Angeyeimar Gil.
El Estado señaló en marzo de este año ante el Comité de DDHH de la ONU que en el país existen 1.020 adolescentes en centros de detención para menores de edad con responsabilidad penal por crímenes cometidos. Pero Trapani afirma que “no hay quien pueda dar una cifra, establecer políticas ni presupuestar la inversión que el Estado debe hacer para atender a esta población porque no existe una rectoría establecida con claridad en la ley”.
Días posteriores a lo sucedido en Petare, la directora del plantel en el que estudian los victimarios y la niña violentada, ha solicitado el cambio de escuela de los agresores ante el municipio escolar.
Angeyeimar Gil asegura que en Petare, el barrio más grande de Venezuela, no existen centros para atender casos con responsabilidad penal, por tanto, los distribuyen a instituciones como Ciudad Caracas en Quinta Crespo, que actualmente está abarrotada.
Ocho consejeros de protección, sin suplentes aún cuando la ley lo establece, llevan hoy cerca de 600 casos atendidos solo en el primer semestre de 2015. Desde que entró en vigor la reforma han atendido 6 adolescentes que ahora no tienen responsabilidad penal. “El segundo día de vigencia de la reforma -narra Gil- recibimos el primer caso. Estaba en el Helicoide y luego en 5 centros de reclusión de adultos distintos. Terminó en el Sebin y nos lo remitieron luego de la reforma. Estaba detenido por un arrebatón de cartera”. Hoy, como los adolescentes que participaron en la presunta agresión sexual de una chica, recibe atención psicológica y familiar y está en su casa.
2015-07-05