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Médicos Sin Fronteras (MSF) alertó que Venezuela se ha convertido en el país de la región de América Latina que acumula más casos de malaria, siendo los trabajadores de las minas del estado de Bolívar uno de los colectivos más afectados por la enfermedad.
En un comunicado, MSF explicó que hace cincuenta años, Venezuela “era considerado uno de los principales países de América del Sur en la lucha contra la malaria”. “Aunque no se llegó a erradicar por completo, los esfuerzos sirvieron para reducir drásticamente el número de casos en el país durante las siguientes décadas. Sin embargo, en los últimos años la epidemia ha regresado con fuerza”, advirtió la ONG.
En 2019, Venezuela fue declarado el país más afectado de América Latina por esta enfermedad, “con más de 320.000 casos diagnosticados” y con Bolívar como “el estado más afectado”. “Allí la minería ilegal de oro ha estado pujando durante años y el metal amarillo se ha convertido en una motivación para que muchos venezolanos se dirijan hacia el sur del país, como una última oportunidad para ganarse la vida antes de regresar a casa o huir a Brasil”, señaló.
“Cuando la crisis económica golpeó a Venezuela, comenzamos a tener cada vez menos medicamentos en nuestro stock. Pronto tuvimos que elegir a quién dar los pocos que teníamos y tuvimos que enfocarnos solo en casos severos. Y fue la misma situación en otros ambulatorios y puntos de diagnóstico… He estado trabajando en esta área durante los últimos 12 años. He visto los altibajos de este lugar. Pero este último período está siendo extremadamente difícil para nosotros”, explicó Yorvis Ascanio, un inspector de salud pública que trabaja para el programa Nacional de Malaria en Sifontes, un municipio de Bolívar donde la malaria se ha convertido ahora en una enfermedad endémica.
Desde 2016, MSF presta apoyo en este estado al Programa Nacional de Malaria venezolano, en colaboración con el Ministerio de Salud. Solo en 2019, la ONG trató a más de 85.000 personas contra la malaria, sensibilizó a más de 55.000 a través de sesiones de promoción de la salud, distribuyó más de 65.000 mosquiteras, roció con insecticida 530 hogares y ayudó a llevar a cabo más de 250.000 pruebas de diagnóstico de la enfermedad.
Desde el comienzo de su intervención, el número de casos ha disminuido en aproximadamente un 40% en el municipio de Sifontes, considerado a día de hoy como el epicentro de la crisis.
“Aquí pagamos todo en oro. Por ejemplo, el mosquitero que uso cuando duermo en mi hamaca me costó 0.8 gramos de oro. Fue bastante costoso, pero lo compré porque la malaria es una plaga en este área. Tan pronto como dejas tu mosquitero, un mosquito te pica. Todos han tenido malaria por aquí”, ha contado Sulay Lozano, una joven de 22 años que vive junto a su madre, sus tíos, su padrastro, sus hermanos, sus sobrinos y su hija en una habitación compartida hecha de láminas de plástico en Las Claritas, un pueblecito a las afueras de la mina.
“No estoy demasiado preocupada, incluso cuando uno de nosotros se enferma. He tenido malaria 40 veces y mi hermano pequeño unas 10 veces. Mi madre, mi hija y mi sobrino también la han tenido en muchas oportunidades. Eso es algo normal para nosotros. Solo intentamos prevenirla cuando podemos y tratarla cuando nos da”, aseguró. Esta joven venezolana dijo que ya sabe cómo identificar los síntomas de la malaria, lo que le permite “pedir un diagnóstico tan pronto como” empieza a sentirse mal.
“Cuando aún vivíamos dentro de la mina, tuve que comprar el tratamiento para la malaria, no había forma de obtenerlo gratis. Una ronda completa me costaba alrededor de 1,5 gramos de oro en ese entonces. Era costoso, pero me habría costado aún más llegar al ambulatorio en la ciudad donde se proporcionaba de forma gratuita. Conozco personas que murieron de malaria, así que sé lo importante que es el tratamiento”, indicó.
Monserrat Barrios, especialista de laboratorio de Médicos Sin Fronteras que se encarga de capacitar a nuevos técnicos para llevar a cabo el diagnóstico, relató que ahora ya tienen una situación “más manejable” tras una primera etapa complicada. “Pasamos de tener algunas veces alrededor de 200 personas haciendo cola frente a los puntos de diagnóstico, muchas de ellas infectadas con malaria, y de no tener suficientes tratamientos disponibles, a una situación que ahora ya resulta un poco más manejable”, expresó.
MSF hizo hincapié en que las necesidades médicas en Venezuela “van mucho más allá de del estado de Bolívar”, el más grande del país. “La grave crisis económica y política de Venezuela ha impactado profundamente el sistema de salud en general y se siente casi por todas partes del país”, afirmó.
Además de combatir la malaria en el estado de Bolívar, la ONG ha dedicado “un importante esfuerzo en los últimos meses para prestar un mayor apoyo al sistema de salud público”. Los equipos de la organización médica, que tiene presencia en Venezuela desde 2015, trabajan también en la capital, Caracas, y en los estados de Sucre, Amazonas, Anzoátegui y Delta Amacuro. También prestan atención médica y psicológica a los refugiados venezolanos que han cruzado al otro lado de las fronteras con Brasil y Colombia.
2020-01-20
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