El cielo y la luz como materia prima de una obra que por más de medio siglo ha cambiado la forma de relacionarnos con los fenómenos astronómicos: en la intersección entre ciencia y arte, James Turrell trabaja en nuevas formas de mirar el infinito.
James Turrell de 70 años es un excepcional artista cuya materia prima es una de las más bellas e improbables: la luz. Se dirá que esto es simplemente retórica barata, pero en realidad toda su obra puede entenderse como una larga investigación acerca de las propiedades de la luz –no en el modo que un fotógrafo o un físico entienden la luz, sino como una disciplina completamente suya. Esto lo ha llevado a trabajar por más de 30 años en la construcción del observatorio a cielo abierto más grande del mundo, dentro del cráter Roden, un volcán extinto en el desierto de Arizona.
Al interior del cráter, Turrel ha diseñado diversas salas que funcionan para observar eventos celestes específicos, mientras que la forma misma del cráter permite filtrar todas las luces externas para concentrarse en la observación del cielo. El cielo ha sido sujeto de otras investigaciones en el pasado, cuando ha demostrado a través de gigantescas instalaciones que afectando un poco las propiedades de la luz se puede cambiar incluso el color del cielo, o al menos el color que percibimos.
Y es que la percepción es un asunto de no poca importancia para Turrell, uno de los pocos artistas visuales galardonados con la importante beca MacArthur: “Tomamos luz a través de nuestra piel y creamos vitamina D. Así que literalmente somos comedores de luz. Pero también tiene una fuerte carga emocional, que es en gran medida con lo que trabajo –el tipo de situación que es en realidad un estado theta, que es pensamiento, pero no pensamiento con palabras. Así que esto es un arte que puede ser un poco difícil de describir. Y es eso mismo lo que la gente siempre tiene dificultad [para describir]: el lado espiritual de la luz.”
Avezado en ingerniería, matemáticas, astronomía, literatura, historia, aviación, ranchero experto y con algunos estudios en psicología, Turrell vuelve a poner en nuestra mente al artista del Renacimiento, para el que ninguna materia del conocimiento humano es ajena. En el pasado, el artista ha dicho que la pintura desde Rembrandt hasta Rothko no es sino el estudio de la luz. Pero Turrell ha diluido la frontera entre objeto y representación haciendo de la luz misma una forma de arte.
A pesar de esto, la fecha de inauguración de su obra en el cráter Roden es incierta, lo que lo convierte en una especie de “Sagrada Familia” en medio del desierto. Sobre esta movediza fecha, el artista responde irónicamente: “Me comprometí a abrirla en el año 2000, y planeo hacerlo.”