Una carta sellada que llegó a una de las bibliotecas con más historia de Reino Unido en febrero de 2011 dejó a los empleados atónitos.
La carta había sido escrita por un exempleado de la biblioteca del palacio de Lambeth, en Londres, la casa del arzobispo de Canterbury. Fue remitida poco después de su fallecimiento por su abogado y revelaba la ubicación de muchos de los libros más preciados de la colección.
La historia no ha sido contada hasta ahora.
Los empleados sabían que desde los años ’70 decenas de libros valiosos habían sido robados. Pero no tenían idea de la verdadera magnitud de las pérdidas hasta que esa carta los llevó a la casa en Londres del hombre fallecido.
"Quedamos estupefactos", le cuenta a la BBC Declan Kelly, el director de bibliotecas y archivos de la Iglesia de Inglaterra. "Unos colegas subieron al ático. Estaba lleno de cajas con libros hasta las vigas. Yo tenía una lista de entre 60 y 90 libros perdidos, pero salían más y más cajas".
Joyas de la colección
Éstas contenían unos mil volúmenes, compuestos de hasta 1.400 publicaciones. Muchos de ellos eran de las colecciones de tres arzobispos de Canterbury del siglo XVII: John Whitgift, Richard Bancroft y George Abbot.
También estaban incluidos una edición temprana de la segunda parte del libro Enrique IV, de William Shakespeare; lujosos libros ilustrados, como America, de Theodor de Bry, que cuenta las expediciones tempranas al Nuevo Mundo; y libros médicos, como The French Chirurgerye.
"La magnitud del robo es extraordinaria", dice Robert Harding, director de Maggs Bros, un comerciante de libros raros en Londres. "Es uno de los robos más grandes de su tipo en décadas recientes".
Harding dice que si está en buen estado, la copia de America, de De Bry, podría valer unos US$230.000, mientras el libro de Shakespeare ascendería a unos US$77.000. Y añade que otros libros también tienen precios altos.
¿Cómo lo logró?
Uno de los aspectos más intrigantes del caso es cómo un empleado fue capaz de llevarse libros tan valiosos y frecuentemente tan grandes.
Durante la Segunda Guerra Mundial, una bomba incendiaria cayó en el gran salón del palacio de Lambeth, que albergó buena parte de la colección temprana de la biblioteca.
Se estimó entonces que hasta 10.000 libros fueron destruidos o sufrieron daños graves. En los años posteriores, si se descubría que faltaba un libro, era fácil asumir que se había perdido en la guerra.
Pero en 1975, el entonces bibliotecario se dio cuenta de que habían desaparecido algunos de los libros más importantes que se sabía que habían sobrevivido, incluido el ejemplar de Shakespeare.
El ladrón tenían había removido las tarjetas para indexar los libros, lo que dificultaba aún más descubrir qué había sido robado exactamente. Se concluyó que era un asunto de apenas unas decenas de libros.
"En los años ’70 era muy fácil: no había dispositivos de detección, nada que pudiera impedir que uno saliera con un libro", indica James Carley, un académico canadiense que ha estado investigando la historia de la biblioteca.
"La policía hizo una investigación y entrevistó a todos los empleados, pero se quedaron en blanco y nada de la biblioteca había sido vendido en los comercios de libros", dice Kelly.
Las pistas siguieron en blanco durante más de 35 años hasta que llegó la carta.
Identidad desconocida
Aunque el alcance verdadero del trabajo del ladrón fue descubierto hace más de dos años, sólo hasta ahora se está haciendo público.
"Nos hemos contado la historia pues queríamos llegar al punto en que pudiéramos empezar a hacer disponibles los libros otra vez", explica Kelly.
Él se rehúsa a revelar la identidad del ladrón. "Era un exempleado de bajo rango".
"No queremos causarle ningún sufrimiento a alguien que todavía esté vivo y tenga conexión con el ladrón. Queremos mirar hacia delante, no hacia atrás".
Pero Tim Bryars, un vendedor de libros de anticuario en Londres, tiene otra teoría. "Puedo entender por qué no revelaron su nombre: hay otras personas que han robado material similar y si ven que otro es nombrado y avergonzado -incluso de manera póstuma- pueden terminar tirando los libros en la hoguera", dice.
¿Por qué lo hizo?
Los motivos verdaderos del ladrón también se han ido a la tumba con él, pero el hecho de que dañó tantos de los libros ofrece una pista. Removió o trató de remover las marcas de pertenencia utilizando químicos. También recortó el escudo de armas de los arzobispos de la portada y le quitó la encuadernación de algunos ejemplares.
"El hecho de que fueron dañados sugiere que estaba intentando venderlos. Quizás lo intentó y, tras ser interrogado, lo dejó. La fantasía de un coleccionista secreto que quiere regodearse en su colección privada no es común en la realidad", dice Harding.
"Los daños afectan mucho el valor. Un libro sin el escudo de armas puede haber perdido el 90% de su valor. Es vandalismo cultural", sentencia Harding.
Algunos de los libros robados aún no han aparecido. El ladrón removió las tarjetas de indexación de los libros que se robó y éstas fueron halladas en su casa. Pero no todos los libros correspondientes fueron recuperados. Los que faltan pueden haber sido vendidos.
Alrededor del 10% de los libros recuperados ya han sido reparados y otro 40% ha sido incluido en el catálogo en línea de la biblioteca.
"Es grandioso tener estos libros de vuelta y ahora los estudiosos pueden tener acceso a ellos para ver lo que la gente tenía disponible en esos siglos para informarse", dice Kelly.
Y con esa decisión, más de tres décadas de misterio parecen haber llegado a su fin. /BBC MUNDO