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El mayor cementerio filipino da de comer a 3.000 familias

Miércoles, 30 de octubre de 2013 a las 07:30 pm
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Manuel Feliciano esculpe con el cincel en la losa de mármol. Es la segunda lápida que prepara en el día y debe estar lista para la tarde, cuando tendrá lugar el entierro. El Cementerio del Norte de Manila es el mayor y más antiguo de Filipinas y da de comer a unas 3.000 familias, que además viven en sus 54 hectáreas de terreno. Muchos están allí desde hace más de 30 años.

El día de Todos los Santos, que se celebra mañana viernes, llena de actividad el lugar. A primera hora del día, Feliciano ha cavado dos tumbas junto a otros dos trabajadores, y más tarde ayudará a su mujer y sus hijos en la limpieza de panteones.

Haciendo diferentes trabajos, este hombre de 49 años consigue mantenerse a flote ganando unos 100 pesos diarios (unos 1,70 euros/2,30 dólares). "Mientras uno no sea vago, aquí se encuentra trabajo", asegura Feliciano. "No se gana mucho, pero sí lo suficiente para tres comidas al día", apunta.

En el Cementerio del Norte de la capital filipina están enterradas un millón de personas, entre ellas presidentes, artistas y estrellas de cine. Cada semana hay unos cien entierros, y el día de Todos los Santos se necesita más ayuda que nunca para limpiar los mausoleos, pintar los panteones, etc.

La mujer de Feliciano, Milagros, se encarga del cuidado de unas 15 tumbas al año. "Lo que ganamos nunca es suficiente, pero al menos entra algo de dinero", explica. "Estamos bien en comparación con otros fuera del cementerio, que no tienen ningún trabajo".

Muchos de los trabajos los han heredado de sus padres, que ya son mayores para esas tareas. Éstos a su vez los heredaron de los abuelos, que están enterrados en ese mismo cementerio, explica Milagros, de 50 años. "Mi marido enseña a nuestros hijos cómo cuidar las tumbas para que sepan lo que hay que hacer cuando nosotros muramos".

El trabajo en el cementerio es duro. Con ayuda de sus manos, Feliciano desentierra huesos y otros restos mortales. "Todavía no me acostumbré al olor que sale cuando se abre un panteón", reconoce. A veces incluso vomita, "sobre todo cuando los cadáveres todavía no están secos hasta los huesos".

Sin embargo, tras 30 años de trabajo, Remigio Landrito sí se acostumbró a las tareas en el cementerio. A este hombre de 54 años no le dan miedo los muertos. "Temo más a los vivos. Los muertos no pueden levantarse y hacer daño", afirma. El momento más duro para él fue cuando tuvo que cavar la tumba de su hijo mayor, que murió de cáncer de huesos. "Era mi compañero de trabajo", recuerda. "Ahora está enterrado en nuestra casa".

Tres funerarias proporcionan "clientes" a Landrito, es decir, cadáveres a los que enterrar. "Las funerarias traen tres o cuatro clientes cada semana y puedo compartir el trabajo con otros amigos", explica. Por cada entierro se ganan unos 1.000 pesos.

Un entierro sencillo en el Cementerio del Norte cuesta unos 10.000 pesos, una décima parte de lo que se paga en un camposanto privado. El precio incluye los permisos, el material de la tumba, el salario de los trabajadores y el alquiler del panteón durante cinco años.

A Feliciano, estar rodeado de muertos le ha ayudado a aceptar mejor lo inevitable. "Ya no tengo miedo a morir", asegura. Además, se considera afortunado por poder ser enterrado algún día en el cementerio. Así estará rodeado siempre de su familia./dpa