Agencia EFE
Dos decenas de jóvenes tiritan en bañador bajo un pálido sol de enero en la cubierta de tres barcas sobre el Cuerno de Oro: esperan a que el patriarca arroje a las aguas la cruz más sagrada de la Iglesia Ortodoxa Griega para lanzarse a rescatar la preciada reliquia.
El rito se repite cada año en Estambul, la histórica Constantinopla, que bajo este nombre sigue siendo capital espiritual para millones de griegos, de religión cristiana ortodoxa.
Aquí reside el patriarca, aquí empezó todo: esta ciudad es el origen de la Iglesia griega.
Así lo explica a Efe Kris, un estudiante de Larissa, en el centro de Grecia, que ha venido con su familia a presenciar la ceremonia y, de paso, hacer algo de turismo.
Como él, la gran mayoría de los asistentes a la ceremonia son griegos, llegados en coches particulares, avión o autobús turístico.
"En Constantinopla aún viven unos 2.500 griegos ortodoxos, ciudadanos turcos, pero casi todos los griegos fueron expulsados violentamente a inicios del siglo XX", recuerda.
Es el caso de la familia de Demosthenes, licenciado en Derecho y oriundo de Salónica, cuyos antepasados vivían en la costa del mar Negro hasta el "intercambio de población" en 1923, en el que Grecia y Turquía intentaron establecerse como Estados "étnicamente puros".
En los años cincuenta, una serie de pogromos impulsó a prácticamente todos los griegos de Estambul a emigrar también, pero la comunidad nunca ha perdido su estatus, que le permite mantener colegios propios con enseñanza primaria en griego.
Aunque hay griegos que proclaman la necesidad de "recuperar Constantinopla" como parte del Estado, la gran mayoría de los presentes se toman la ceremonia como algo más lúdico.
"He venido para tres días de turismo, pero de paso voy a participar en la competición; ya entrené el año pasado un poco lo de bañarme en invierno, y hacerlo hoy en esta ciudad, con la cruz del patriarca, será una experiencia única, incomparable", asegura Yon Yubulak, de Atenas.
"Soy creyente, pero no fundamentalista", acota, mientras espera a que el patriarca Bartolomé lance la cruz, de unos 20 centímetros de alto, algo que hará sin previo aviso, de manera que el ganador, el que logrará agarrar la reliquia, será el que tenga los mejores reflejos.
Al ser de madera, la pieza flota, pero será rápidamente engullida por el torbellino de brazos que compiten por hacerse con el trofeo y devolvérselo al máximo dirigente de la Iglesia griega de Turquía.
El acto siempre se celebra en la orilla del Cuerno de Oro, en el barrio de Fener, bajo la colina en la que se alza la imponente estructura rojiza del Patriarcado de Constantinopla.
Actualmente esta es la rama ortodoxa con menos fieles bajo su jurisdicción, aunque nominalmente también rige sobre los monasterios de Creta y Rodas, aparte de ser la autoridad espiritual para la "república monástica" del Monte Atos, en Grecia.
Todos los chavales que se lanzan al agua reciben después una pequeña cruz como recuerdo de manos del patriarca, y el ganador es obsequiado con una de oro.
El ritual es una forma de bendecir el mar y sigue a una misa de varias horas en la cercana Iglesia Patriarcal, casi escondida entre los edificios vecinos.
Aquí también se mezclan la devoción y la curiosidad, las colas para encender una vela y las que persiguen el mejor sitio para grabar la ceremonia con la cámara compacta o el móvil.
Pero con o sin fe, el rito es fundamental en la Epifanía ortodoxa: "En Atenas también lanzamos la cruz al agua, pero la televisión griega siempre transmite la ceremonia de Constantinopla", señala un asistente.
También las cadenas turcas se agolpan en la orilla para captar la ceremonia: este día, Turquía recuerda que la Iglesia Ortodoxa forma parte de la nación y debe bendecir las aguas para todos.
Lunes 6/1/2014