EFE
El bailarín egipcio de danza del vientre, Jalil Jalil, quiere romper con "el concepto erróneo" que vincula este baile sensual exclusivamente a las mujeres. Pese a ser hombre, ha ganado la aceptación del público en Egipto, donde se dedica de forma profesional a este arte polémico.
Su secreto -confiesa a Efe en una entrevista- radica en saber adaptarse: "Cuando te pones ante un público tienes que saber a quién te enfrentas y qué es lo que le gusta, cómo no generar rechazo, y desde esa base, cómo empezar a subir hasta el punto que les guste" lo que haces.
Nacido hace 29 años en Argentina, de donde conserva el idioma, y de padres árabes, se expresa con la misma pasión con la que se mueve en el escenario, pero también con la misma cautela, por su particular condición de bailarín de danza del vientre.
"Como hombre, en Egipto soy muy cuidadoso con todos los detalles", afirma, antes de explicar la importancia de la actitud y la búsqueda de complicidad con el público, especialmente en el país del Nilo, donde asegura disfrutar bailando en bodas y fiestas, tanto ante hombres como ante mujeres.
Uno de los detalles que estudia siempre con extremo cuidado son sus trajes sobre el escenario, pero también su apariencia fuera de él.
En este sentido, Jalil, que viste una camisa de color rojo, dice que la ropa con la que pisa las tablas en Egipto no es la misma que luce en el extranjero.
"Los vestuarios que se pueden usar fuera, tal vez aquí son muy destapados y muy sexis", explica el bailarín, antes de añadir que es él mismo quien diseña su ropa, aunque cuenta para ello con el apoyo de una diseñadora profesional.
Para él, lo importante cuando un artista se sube al escenario para embaucar al público con esta danza oriental no es su sexo, sino "la puesta en escena".
El joven artista evoca a las bailarinas de los dorados años 40, 50 y 60 en Egipto, como Tahia Carioca, Samia Gamal y Naywa Fuad, entre otras muchas, que no solo triunfaron en los escenarios, sino también en el cine.
Pero recalca que a partir de los 70, en El Cairo, comenzó una progresiva marginalización de este arte, que él achaca al crecimiento desbocado que experimentó la capital con la llegada de inmigrantes del Egipto rural.
"La sociedad egipcia ha involucionado con el tiempo. En la verdadera época de la danza, el baile era muy respetado", asegura Jalil, que abriga la esperanza de que la conservadora sociedad pueda revertir esa involución en algún momento.
Por ahora, y siempre inspirado en las estrellas inmortales de la danza, considera que él mismo está contribuyendo a cambiar esa tendencia, consiguiendo que el espectador egipcio lo respete y evitando "provocar rechazo" entre su público.
Sin embargo, Jalil no se refirió directamente a las dificultades que afrontan los profesionales de la danza del vientre en Egipto, donde, especialmente las mujeres, son mal vistas por la sociedad y en algunos casos tienen que bailar en locales donde se practica la prostitución.
Jalil, que no rehuye ninguna pregunta pero estudia cada una de sus respuestas, asegura que el bailarín es persona antes que artista: "No puedes pretender en el escenario ser un artista de alto nivel, si fuera del escenario eres otra cosa", añade.
Por ello -continúa-, "la elegancia y la clase, y la manera de comunicarse, viene de abajo, y quien sube al escenario es la persona, no un personaje".
Sus coreografías siguen la pauta marcada por la música y la canción: "Tengo una estructura y una organización", explica, pero al mismo tiempo, "cambio, improviso y juego (…) para no aburrirme".
Estas variaciones, le sirven para mejorar y pulir su espectáculo, que desde Egipto ha viajado a países como China, Argentina o Chile, donde dice que ha tenido buena acogida y cada vez gana más fama, gracias a que -tal y como cuenta- ha sabido adaptarse a cada público en cada continente.
"La danza evoluciona con tu persona, o sea, tú evolucionas como ser humano y también evoluciona tu forma de expresarte y comunicarte. Es un proceso interno, que va de dentro hacia fuera", relata.
Dedicado por completo a la danza, Jalil revela que no necesita atenerse a un horario o un plan de ensayo, sino que se ejercita en cualquier momento del día, cuando se lo pide el cuerpo.
Asimismo, afirma con seguridad que nadie le hace la competencia sobre los escenarios, no porque sea uno de los escasos hombres que se dedican profesionalmente a la danza del vientre, sino porque – según sostiene- es "distinto completamente a todos los niveles".