Cada año, sólo en la Unión Europea, se desechan setecientas cincuenta mil toneladas de caparazón de crustáceo. Ahora, un proyecto liderado por el Instituto Fraunhofer de Ingeniería Interfacial y Biotecnología (IGB) de Alemania ha dado con una solución para reciclarlos.
Se trata de crear una biorrefinería para el procesamiento de biorresiduos ricos en quitina, un biopolímero presente en insectos y hongos en cuya composición cuenta con moléculas de azúcar nitrogenadas unidas formando una cadena polimérica. A partir de ellos se podrían obtener bioplásticos de alto rendimiento con diferentes usos.
En Asia ya habían logrado extraer el polímero quitosano a partir de caparazones de gambas para su utilización en filtros, envoltorios y gasas para heridas. Sin embargo, en Europa los crustáceos contienen más cal, por lo que el proceso resulta más complicado y caro. Además el contenido elevado de carbonato cálcico de los residuos de caparazones europeos había impedido hasta ahora procesar el quitosano de manera rentable.
Además de reciclar los caparazones de crustáceos desechados, que normalmente acaban en el vertedero, los investigadores europeos también estudian formas de separar restos de biomasa (proteínas y grasas) en bogavantes, cigalas, gambas, langostas, centollos y cangrejos para su posterior fermentación con fines energéticos.