En MC10, una compañía con sede en Cambridge (Massachusetts), se dedican a desarrollar productos que parten de una idea revolucionaria: los tatuajes conductores de la electricidad. La empresa asegura que pretende "redefinir las interfaces entre la electrónica y el cuerpo"; aunque no todos acabemos convertidos en los superhumanos que anuncian, lo cierto es que algunos de sus proyectos suenan a inventos llegados del futuro.
Su potencial es inmenso. En el ámbito de la medicina, los tatuajes flexibles con circuitos se pueden convertir en termómetros para niños y catéteres inteligentes, que avisan en tiempo real de lo que le está sucediendo a un paciente –directamente desde su interior– o informan a distancia de las constantes vitales del enfermo cuando abandona el hospital. Otras aplicaciones más mundanas incluyen formas elegantes de sensores biométricos de ejercicio, como las pulseras deportivas conectadas al smartphone que lleva cada vez más gente.
Este campo de pruebas también tiene un brillante porvenir en el sector de la cosmética: situado estratégicamente, el tatuaje podría monitorizar el estado del cliente cuando sigue un tratamiento de belleza o, simplemente, hacer sonar una alarma cuando estemos tomando el sol y hayamos superado el umbral saludable. Y si se lograra que fuera capaz de detectar el grado de hidratación cutánea, enviaría una señal al teléfono móvil para recomendarnos la aplicación de más crema hidratante. /Muy Interesante
Viernes 03/01/2014