EFE
En San Marcos, frontera guatemalteca con México, varios jóvenes agricultores han visto un exponencial crecimiento en las ventas de sus cultivos orgánicos en los últimos cinco años y la pandemia no ha sido un obstáculo para sus objetivos al seguir innovando con la venta en línea.
La diversificación de las hortalizas en un paisaje de maizales, nuevos modelos de mercado y el tesón de salir de la pobreza le ha permitido a unas 40 comunidades de cinco municipios de San Marcos, 300 kilómetros al oeste de Ciudad de Guatemala, dejar de contar los ingresos por ventas de cultivos en miles de quetzales y hacerlo ahora en millones.
La faena ha sido posible mediante la gestión de la cuenca alta del río Cuilco que cruza San Marcos, con circuitos de comercialización, uso de nuevas tecnologías de cultivos y la integración de redes de productores de agricultura familiar con organizaciones de padres de familias de las escuelas públicas.
Los agricultores, en su mayoría jóvenes, pasaron de tener dos organizaciones con réditos apenas superiores a los 2.000 dólares anuales a ingresar más de 1,8 millones de dólares en los últimos cinco años con 9 organizaciones, a través del Programa Conjunto de Desarrollo Rural Integral Alto Cuilco, financiado por el Gobierno de Suecia y con la capacitación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés) y del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación guatemalteco (MAGA).
Uno de los agricultores que ha visto la evolución de sus cultivos y sus ingresos, Carlos Domingo, subrayó a la Agencia Efe que la iniciativa integral "nos ha venido a cambiar mucho la vida y la verdad nos vemos en un futuro mucho mejor de lo que estamos. Pensamos entrelazarnos más poder producir más" y, fundamentalmente, "migrar menos, con empleo en casa".
CAMBIO DE MODALIDAD
Domingo, de 23 años, ha visto cómo antes de la capacitación la siembra y el trabajo de campo se hacía "nada más por producir", principalmente maíz, y en cambio, "actualmente lo estamos haciendo de forma escalonada, a manera de que vayamos abasteciendo a nuestras escuelas, a los niños que son nuestros clientes, y así poder entregarles alimentos sanos y de forma orgánica".
La variedad de hortalizas, de cebolla, zanahoria, repollo, maíz y otras verduras ha revolucionado a una tradición de supervivencia y ha brindado la oportunidad de comercializar a nivel local los productos, moverlos entre las redes de cultivo e integrarse a los programas de agricultura familiar y alimentación escolar.
"La verdad nos ha venido a cambiar la vida. No solo a mí, sino a la familia completa y a la comunidad. Una familia cultiva una cosa y otra, otro producto. Intercambiamos verduras y es una gran oportunidad que ha sido para nosotros", enfatiza Domingo.
Otro agricultor es Jenner Jesús Pérez Godínez, de 21 años, y quien se enfoca más en reproducir las semillas, luego de ser capacitado al respecto. Su idea es hacer un banco de semillas y "poner en práctica la asistencia y capacitación del MAGA y la FAO".
VENTAS POR INTERNET
Los campesinos de la cuenca del río Cuilco repartían los productos usualmente dos veces por semana a las escuelas locales, pero la pandemia lo cambió todo con el cierre de los centros educativos y el confinamiento.
El abismo del coronavirus se convirtió en un desafío pero las nuevas tecnologías, el internet y las redes sociales fueron un conducto para salir del despeñadero que se avecinaba en marzo para los agricultores desde que a mediados de eses mes se detectara el primer caso en Guatemala. A la fecha van más de 75.000 casos confirmados y 2.790 muertes.
La directora del Programa de Desarrollo Rural Integral Alto Cuilco, Norma Pérez Ixchop, comentó a Efe que ha sido "muy importante cómo las organizaciones han dinamizado su economía", y "cómo las redes de proveedores de agricultura familiar que tuvieron desafíos con la pandemia buscaron alternativas en circuitos cortos de comercialización".
Como cuenta otra de las participantes, Meylin Suseth Chun Gómez, de 23 años, madre de una hija de cuatro años, los agricultores comenzaron a promocionar sus productos en redes sociales, en una cuenta de Facebook y entre los amigos comenzaron a compartirlo alrededor de marzo y abril. Entonces comenzaron a llegar los pedidos en mensajes de la plataforma y llamadas telefónicas, algo novedoso en su totalidad en la región.
Antes de la pandemia, el producto estaba listo para la entrega dos veces por semana, pero con los cierres la cosecha empezó a quedarse y, al ser productos perecederos no entró en los planes del Ministerio de Educación, que cambió la dinámica e incluyó únicamente abarrotes.
Algunas organizaciones de agricultores en el país cambiaron los cultivos por granos básicos y otros productos de necesidad básica (como sal, azúcar o papel de baño), pero agricultores como Meylin Suseth buscaron seguir con las hortalizas y buscar alternativas, bajar precios y comenzar a repartir a domicilio. Innovar es una necesidad en un país donde uno de cada dos niños sufre desnutrición y el 59 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
2020-09-02
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