EFE
En Guatemala, el país de Latinoamérica con mayores índices de desnutrición crónica infantil, el 50 % de las familias no tiene acceso a una dieta balanceada y las adolescentes enfrentan una situación más difícil con problemas "importantes" de desnutrición o malnutrición.
Así lo revelan dos estudios presentados hoy por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) sobre las brechas de nutrientes y cómo la juventud puede ser un agente de cambio en procesos de nutrición y salud reproductiva.
Los informes, aunque analizan varias regiones del país y arrojan resultados distintos en función de las áreas estudiadas, concluyen que "más del 50 % de las familias no pueden tener acceso a una dieta balanceada que llene sus requerimientos nutricionales", explicó el representante del PMA en Guatemala, Mario Touchette.
Los adolescentes, la mayor parte de la población, enfrentan grandes problemas, con familias que tienen "una triple carga" al tener entre sus miembros un niño con desnutrición, una madre con problemas de sobrepeso y una adolescente con deficiencia de micronutrientes.
Esto es consecuencia, continúa, de una alimentación inadecuada, no balanceada y un problema de acceso a alimentos, que "varía en el tiempo durante la cosecha", aunque la problemática se acentúa en el caso de las mujeres, que asumen "más responsabilidad en el hogar".
"Tienen la situación más difícil en términos de salud y nutrición. Están en desventaja y al mismo tiempo se les pide más a nivel de familia (…). Hay que ser conscientes de esta situación para enfrentarla y ver cómo se puede cambiar", agregó Touchette.
Según el estudio de adolescentes, las personas entrevistadas describieron una "dieta uniforme".
"Uno suele comer lo mismo varias veces a la semana o todos los días en algunos casos", dijo uno de los ciudadanos consultados.
Este alimento "básico" es el maíz o los productos derivados, de preferencia tortillas, lo que lo convierte en el principal "sustento" de muchas familias junto con el fríjol y los huevos, una comida típica en el país. En este contexto las más vulnerables son las mujeres, que comen menos y peor que los hombres.
"En áreas rurales los hombres y los niños reciben proporciones más grandes y mejor comida para que sean fuertes, inclusive especial que las niñas no reciben", reitera el informe.
Una niña indígena q’eqchí en Cerro Azul, uno de los testimonios recogidos en el documento, explica que ella y su madre preparan las tortillas, les sirven primero a los hombres y luego comen ellas, aún si están embarazas o dando lactancia, lo que genera un círculo vicioso en su hijo.
"Reciben menores porciones de alimento que suele ser menos nutritivo", agrega el documento, en el que algunas adolescentes aseguran que "no es justo", máxime cuando los niños, cuando lo pueden pagar, complementan su dieta con otros alimentos, "con frecuencia insalubre", como bebidas energizantes, refrescos, dulces, café y alcohol.
Pero también a los muchachos, que empiezan a trabajar para ayudar a la familia al tener "la suficiente fuerza" -con apenas 10 u 11 años- en áreas como la agricultura o la construcción, reciben menos alimento "en proporción a cuán duro es su trabajo".
Por ejemplo, los menores que trabajan en plantaciones de palma aceitera en Alta Verapaz llevan tortillas con chile porque no pueden permitirse la comida caliente que se sirve en los comedores de la finca o en sus alrededores y, usualmente, compran golosinas o refrescos "para tener fuerza", aunque admiten que "no lo llenan a uno".
Como recomendaciones los autores del informe piden aumentar la visibilidad de los adolescentes, influir en su nutrición e interactuar con ellos a través de plataformas de participación, ya que muchos no tienen información sobre una alimentación y una dieta adecuada.
2018-02-28