Más allá de trofeos el nombre propio de la tarde de hoy en Las Ventas fue El Cid, que malogró con la espada una faena sublime que le hubiera permitido reencontrarse con el triunfo en su plaza predilecta; y de ahí su abatimiento final: "tenía una gran deuda con Madrid y ahora la espada la tiene conmigo".
"Era una Puerta Grande muy importante para mí, porque después de soltar un lastre enorme que tenía con esta afición, de volver a sentirme así de bien y de que la gente volviera a ver al Cid con el que tanto se han emocionado en numerosas tardes, hubiera sido perfecto colofón a una tarde soñada", confesó el torero a Efe.
Pero al final no pudo ser. Y no pudo ser, otra vez, por su eterno talón de aquiles, la espada, su mala espada, la culpable de tantas y tantas tardes de vacío después de acariciar la gloria más absoluta, nuevamente, le volvió a jugar una mala pasada.
"Es para echarse a llorar. De verdad. Y lo malo no es eso, es que, en el fondo, ya estoy acostumbrado a que me pase esto, pero hoy me duele especialmente porque llevaba una racha muy buena matando los toros, y, sobre todo, porque he visto ‘mi’ plaza de Madrid vibrar como nunca", reconoció.
Fue ese toro, el segundo de su lote, un toro extraordinario de Victoriano del Río con el que se acopló nada más abrirse de capote, y al que cuajó en la muleta con una exquisitez, una estética y un desmayo como pocas veces se le ha visto en las últimas temporadas.
"El toro ha tenido muchísimas virtudes como la fijeza, la nobleza y la movilidad, quizás le ha faltado un poco de humillación, pero en líneas generales ha sido un toro con el que he reencontrado muchas emociones, aunque al final se le recordará como otro más con los que he perdido la gloria por culpa de la espada", afirmó resignado el sevillano.
"Pero bueno, ahora cuando ya en frío recapacite y piense todo seguro que, a pesar de estar muy jodido ahora mismo, me sentiré también contento porque he pegado quince o veinte muletazos muy estéticos y con mucha profundidad, y sobre todo porque he vuelto a ver ‘mi’ plaza de Madrid hirviendo, la que he visto así tantas veces y con la que me sentía en deuda", concluyó.
Iván Fandiño, que cumplía el primero de los dos paseíllos "otoñales", fue, a la postre, el que se llevó la tarde en lo numérico, con una oreja que, como él mismo reconoció, le sabe "a poco".
"Es una pena que en Madrid no termine de redondear una tarde completa. Voy sumando orejas, que son importantes, pero por unas cosas o por otras, todas ajenas a mí, no acabo de abrir una Puerta Grande que se me viene resistiendo desde hace ya tiempo", señaló Fandiño.
"Ahora a esperar al domingo a la corrida de Adolfo Martín. Esto es lo bueno de tener dos tardes, que tenga otra oportunidad de conseguir eso tan difícil y soñado como sería salir a hombros de aquí", concluyó el torero vizcaíno.
Por su parte, el joven colombiano Sebastián Ritter abandonaba la plaza con gesto de contrariedad, pues como él mismo confesó: "no ha sido la alternativa soñada".
"Evidentemente me voy triste, pues no he tenido opción alguna ni con el toro de ceremonia ni con el otro, pero así es esto, si fuera tan fácil todos seríamos figuras del toreo, así que ahora toca pensar, reflexionar y seguir en la lucha diaria", dijo el colombiano./ EFE