La artista española Elisabeth Ollé Curiel ha viajado con veintiún cuadros repletos de color y referencias a las vanguardias artísticas hasta Nueva York, donde exhibe en el Instituto Cervantes un resumen de su obra bajo el nombre de "Cohesión en los diverso" hasta el 6 de julio.
Ecos de Picasso, de Matisse o de Cézanne; bustos clásicos esbozados sobre grandes manchas de color, y texturas antagonistas que conviven sobre lienzo o papel de aluminio. Todo unido bajo una voz de cohesión, la de Ollé Curiel, que encuentra que "la vida es una distracción" y la pintura es la que consigue atrapar su atención, aunque sea para pintar "una autobiografía constante".
"No he pretendido copiar a nadie, no defiendo el plagio bajo ningún concepto. Pero me interesa reconocer el aprendizaje. Yo me inspiro en todo lo que me rodea. No solo en pintores también en la selva de Venezuela o en el paisaje mediterráneo de Barcelona", resumió en una entrevista con Efe esta pintora que debuta en Nueva York tras haber pasado por Barcelona o Miami.
El hilo argumental entre sus diversas influencias, texturas y estados de ánimo es el color. "Me expreso a través de él, soy colorista", afirma y, no en vano, su mentor fue Ramón Sanvisens. "La línea para mí es un elemento sutil, como la escritura china. Pero detrás siempre hay color", asegura.
Compone su obra alternando un uso aleatorio del cromatismo con los perfiles distorsionados de mujeres "picassianas" y un entendimiento de la textura como reflejo del paso del tiempo, pasando de la rugosidad gruesa del óleo a la ligereza vaporosa del "spray".
"Estos contrastes reflejan la ironía de la vida, que nos lleva por experiencias gratificantes y nos da carencias que nos hacen atravesar mucho sufrimiento", asegura la Ollé Curiel.
Así, en toda su colección, a pesar de que la vitalidad es una de sus señas de identidad, se cuela una última época marcada por un planteamiento más lóbrego. Es la serie "Gestación", en la que vivió incertidumbre de un proceso de adopción en Rusia que le llevó dos años de su vida.
"Tenía la necesidad de ir aumentando y aumentando el tamaño" reconoce la pintora, quien no ha podido traer a Nueva York parte de esta serie debido a sus proporciones, pero sí exhibe en el Cervantes algunos de sus cuadros en el que, sobre papel de aluminio, pintó en blanco y negro.
Ollé Curiel detonó su creatividad maternal gracias a un cuadro pintado por Takashi Murakami. "Era una bomba atómica, pero a mí me pareció gestación", reconoce algo contrariada y demostrando que "cada persona es un mundo, una sensibilidad". /EFE