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Desde la revelación en Hollywood del "caso Weinstein", cada vez son más mujeres las que alzan la voz para denunciar situaciones de acoso sexual en EEUU, en un movimiento que hoy le costó el puesto al senador demócrata Al Franken, que llegó a sonar como candidato a la Casa Blanca para 2020.
El silencio sobre un tema tabú en la políticamente correcta sociedad estadounidense se ha roto definitivamente en todas sus esferas, desde la farándula hollywoodiense al ámbito privado, pasando por los pasillos del Capitolio en Washington.
El último en pagar las consecuencias de esta pérdida del miedo entre las mujeres acosadas ha sido Franken, quien ante las crecientes presiones dentro de su propio partido tras recibir acusaciones por parte de hasta ocho mujeres distintas, se vio obligado a abandonar su escaño.
"Hoy anuncio que en las próximas semanas renunciaré como miembro del Senado de Estados Unidos", dijo en un esperado discurso en el pleno de la Cámara Alta, tras las peticiones de dimisión encabezadas por las mujeres senadoras del Partido Demócrata.
Franken, quien había pedido disculpas por cualquier ofensa y se había prestado a ser objeto de investigación en el Comité de Ética del Senado, es uno de los senadores demócratas más populares e incluso su nombre llegó a sonar como un posible candidato a la Presidencia de EEUU para las elecciones de 2020.
No obstante, convencido de su inocencia, el senador quiso utilizar el foro parlamentario para defenderse de las acusaciones arrojadas contra él, las cuales ya había negado en algunos casos, y matizado en otros.
Algunas de las alegaciones, dijo, son "simplemente falsas, y otras las recuerdo de una forma diferente".
"Estoy orgulloso de que durante mi tiempo en el Senado he usado mi poder para ser un campeón en la defensa de las mujeres", afirmó ante sus colegas, al reiterar que toda mujer merece ser escuchada cuando se trata de este tipo de abusos.
Además, Franken no dudó en utilizar la atención mediática suscitada por su caso para atacar al actual presidente estadounidense, Donald Trump.
"Soy consciente -insistió- de que hay algo de ironía en el hecho de que yo me vaya, mientras que un hombre que ha alardeado delante de las cámaras sobre su historial de agresión sexual es quien se sienta en el Despacho Oval".
Aún se recuerdan las declaraciones del magnate vanagloriándose de agarrar a mujeres por sus genitales, o de poder verlas desnudas en los camerinos por "ser el jefe" del certamen de belleza Miss Universo.
Y es que los demócratas, con una base electoral mucho más progresista, no pueden permitirse el silencio cómplice ante este tipo de acusaciones contra un miembro de su partido, sin embargo la base ultraconservadora del Partido Republicano, fiel a Trump, sigue restando importancia a estos comportamientos abusivos.
Tanto es así, que mientras Franken renunció a su escaño sin haberse abierto una investigación a través de los mecanismos oficiales del Senado; Roy Moore, el aspirante republicano a la elección especial para el Senado por Alabama cosecha el respaldo del mandatario aun habiendo sido acusado de abuso a menores.
Las acusaciones vertidas sobre Moore, aunque más graves que las de Franken, no han implicado que pierda apoyo entre sus votantes según las encuestas, lo que le ha avalado en su decisión de seguir adelante en la carrera legislativa y le ha valido el espaldarazo de Trump.
No obstante, a medida que salen a luz más y más casos de abusos sexuales, aumenta la indignación y la presión sobre los acusados y su entorno, ya sean productores cinematográficos, como Harvey Weinstein; políticos como Franken o médicos, como el del equipo nacional de gimnasia de EEUU, Larry Nassar.
Como demuestra el movimiento #MeToo (Yo también), escogido esta semana por la Revista Time como "persona del año", Estados Unidos parece haber despertado del letargo sobre las agresiones sexuales, un silencio roto que parece haber llegado para quedarse.
2017-12-07