Andrés Tovar Zabaleta | 2001.com.ve
Un nuevo “supermartes” electoral volverá la atención del mundo a Estados Unidos este 6 de noviembre. En primera instancia porque esta elección es el primer “exámen parcial” del presidente Donald Trump y, no menos importante, los riesgos las dos coaliciones políticas estadounidenses, Republicanos y Demócratas, son increíblemente altos.
Según los últimos sondeos, la base demócrata encendida amenaza el control unificado de los republicanos sobre el gobierno federal, y el resultado podría tener consecuencias duraderas para el resto de la presidencia del presidente Trump y su legado. En consecuencia, si los demócratas lo hacen bien y cambian una o ambas cámaras del Congreso, podrían frenar la agenda legislativa de Trump y los republicanos, o abrir investigaciones serias sobre Trump, su administración y sus asociados.
En caso contrario, si el Partido Republicano retiene el control de ambas cámaras, tendrá la oportunidad de introducir cambios radicales en las políticas que podrían afectar a la primera potencia del mundo en las próximas décadas. Hasta ahora, la agenda republicana se ha limitado en gran medida a los recortes de impuestos, pero tienen una larga lista de elementos de la agenda conservadora, tal vez incluso volviendo a anular el controversial seguro público de salud, que mantiene sempiterno su nombre de “Obamacare”.
En el intermedio de esta batalla hay docenas de gobernaciones y escaños a la cámara de representantes de todos los estados de la unión en juego. Así, los resultados de estos comicios ayudarán a dilucidar quién rediseñará los mapas del Congreso en 2020. Quienquiera que comience a ganar en noviembre podría influir en la política estadounidense, e incluso global -con fuerte foco en la región latinoamericana- durante la próxima década.
Identidad vs Terror. Después de una primaria divisiva en 2016, el partido Demócrata debatió ferozmente si enfatizar temas importantes para las personas de color o si enfocarse en políticas económicas progresivas. El partido aún está descubriendo qué tan lejos queda para llevar su agenda económica, pero los demócratas se han unido en la cuestión de la diversidad.
En consecuencia, más candidatas mujeres demócratas han sido nominadas en 2018 que nunca en la historia del partido. También está acogiendo a estrellas emergentes jóvenes y progresistas como Alexandria Ocasio-Cortez en Nueva York y Andrew Gillum en Florida, quienes respaldan políticas progresistas como seguros de salud gratuitos.
Los demócratas han nominado candidatos que probablemente se convertirán en las primeras mujeres musulmanas y la primera mujer indígena en el Congreso. También cuentan entre sus filas a algunos más candidatos de larga data que son históricamente los primeros por derecho propio: la primera mujer transgénero nominada para gobernadora es una demócrata en Vermont.
Frente a ello, el gobernante partido Republicano están haciendo una apuesta diferente, pero que parecía inevitable en la era de Trump. Con pocos logros legislativos que resuenan con los votantes, y un presidente impopular en la Casa Blanca que ahuyenta a los independientes, están empujando todas sus fichas en una campaña de guerra cultural que se basa en los temores de las personas morenas y las imágenes violentas y explota el patriotismo sin reservas de su base. ¿El plan? Campaña con los veteranos de la guerra de Vietnam que castigan a los jugadores de la NFL por arrodillarse durante el himno nacional para protestar por la violencia policial y mini películas de terror que se aprovechan de los temores, como el caso de las migraciones.
Las tácticas de miedo podrían explicar por qué los votantes republicanos están mucho más preocupados por la seguridad cuando se dirigen a las urnas en comparación con los independientes y los demócratas, según reflejan los sondeos de medios como The New York Times, New York Post y Washington Post. Sus candidatos los quieren muy, muy asustados.
Foco especial requerirá la carrera hacia la gobernación de Texas, donde el senador republicano Ted Cruz se enfrenta en una de las contiendas clave frente al demócrata Beto O’Rourke. Dos políticas distintas en un estado donde el flujo migratorio es uno de los más altos del país. Su resultado servirá de barómetro para el resto de los comicios.
¿Un plebiscito a Trump?
Donald Trump no figura en ninguna papeleta para el 6 de noviembre, cuando Estados Unidos, pero ha hecho campaña como si fuera un candidato más.
El presidente estadounidense ha llenado de mítines su agenda y disparado su actividad mediática para arengar a las masas contra la inmigración y una posible victoria de los “radicales” demócratas. Solo entre el 6 y el 17 de octubre, improvisó seis encuentros con la prensa, concedió ocho entrevistas a distintos medios y celebró 18 actos públicos en los que atendió a los reporteros. En total, respondió a 300 preguntas de periodistas en tan solo 11 días, según un análisis de la cadena estadounidense ABC, más que ningún otro presidente en la historia en el mismo periodo de tiempo.
Trump se juega el todo o nada. En este momento de polarización extrema, los consensos son difíciles y, si los republicanos pierden el control de una o las dos cámaras, quedará maniatado el resto de su mandato . Ocurrió después 2014, cuando el descontento con Barack Obama y la apatía de los demócratas llevó a los conservadores a reconquistar el Senado y ampliar su mayoría en la Cámara de Representantes. Para el neoyorquino, las consecuencias se antojan peores: si vencen, los demócratas podrían impulsar investigaciones a sus finanzas y presuntos delitos relativos a la trama rusa, abriendo la puerta a un posible juicio político o “impeachment”.
Así, lo frenético de su agenda deja claro que el magnate se toma las “midterm” (en español, medio mandato, la forma más común de referirse a estos comicios) como un plebiscito sobre su persona. Y los demócratas también lo plantean como un voto sobre Trump para azuzar a sus bases. La cuestión es si se lo tomarán así los electores, si acudirán a las urnas pensando en el presidente, y si los cientos de candidatos republicanos que están peleando por los votos en todo el país contemplan al mandatario como un activo o como un lastre. ¿Cuántos conservadores votan republicano a pesar de Trump? ¿Cuántos lo hacen animados por Trump?
Una encuesta de la Quinnipiac University Poll, muy reconocida en el ámbito de los sondeos, arrojaba algunas pistas este verano. Entre los republicanos, el 39% ha mejorado su opinión sobre el Partido debido a Donald Trump, frente a solo un 18% que piensa peor de la formación. Y en general, su popularidad sólo ha aumentado dos puntos hasta un 44%.
CLAVES DE LOS COMICIOS
En el Senado hay 35 escaños en juego, de los cuales solo nueve son republicanos. Eso pone más difíciles las cosas a los demócratas: deben reafirmar los 26 que ya poseen y, además, robar otros dos a algún republicano. ¿Dónde? Nevada, Arizona y Tennessee suponen las mejores oportunidades. Texas, en menos medida, también.
–Escaños en riesgo para los demócratas: al mismo tiempo, hay seis plazas hoy demócratas que peligran, en la mayor parte de casos porque se encuentran en territorios trumpistas: Misuri, Indiana, West Virginia, Montana, Wisconsin y Florida.
–Se eligen en la Cámara de Representantes 435 escaños aunque solo 48 (aproximadamente) se consideran “disputables”, es decir, que no están históricamente garantizados sí o sí para algún partido. Los demócratas necesitan mantener los 194 que ya tienen y robar 24 a los republicanos. La ventaja es que, de esos 48 que se consideran disputables, la inmensa mayoría es republicana. Los demócratas se han fijado como estrategia atacar esos territorios donde ganó Clinton o donde perciben que sus candidatos están recibiendo más donaciones que el rival republicano, como California o Nueva York.
-Finalmente, en las carreras estatales 36 Estados elegirán a su nuevo gobernador. Destaca la batalla de Texas antes referida y la de Florida, donde el demócrata Andrew Gillum puede convertirse en el primer afroamericano en el cargo si derrota a un “trumpista” como el congresista Ron DeSantis.