Miles de sus habitantes de la capital nicaragüense amanecieron el lunes en las calles tras una noche en vela con sus colchones, agua y comida, acompañados tan sólo de cansancio y miedo.
Si no habían dormido bien, no fue por admirar el espectáculo de la inmensa luna llena que iluminaba la ciudad, sino presas del pánico a los sismos y entre avisos por parte de las autoridades de que no bajasen la guardia porque el enjambre sísmico que vive la ciudad desde el pasado jueves no sólo parece remitir sino que se intensifica.
Dos temblores de más de 4 grados se registraron entre las 10 y 11 de la noche del domingo, seguidos de al menos 67 réplicas de menor intensidad.
En Managua, una ciudad que ya sólo funciona a medio gas con comercios y centros educativos cerrados y donde hasta el habitual tráfico caótico parece haberse tomado un descanso, ya no sólo se teme al movimiento de las placas tectónicas.
El experto del Instituto Nacional del Territorio, Wilfried Strauch, anunció el mediodía del lunes que el volcán Apoyeque, en las afueras de la ciudad, "podría entrar en un proceso" acompañado de nuevos temblores de más de 6 grados
El gobierno pidió a la población que pasara la noche del domingo a la intemperie debido a que "la falla del estadio", responsable del terremoto de 1972 que destruyó gran parte de la capital, podría generar una mayor actividad en los próximos días.
El Presidente Daniel Ortega, que había activado el jueves la alerta roja con la movilización de ejército y policía por los dos terremotos de 6,1 y 6,6, de la semana pasada, declaró el domingo alerta extrema.
La portavoz del gobierno Rosario Murillo anunció que se pasó a medidas de mayor envergadura: el ejército instaló un hospital de campaña, mientras la defensa civil se esforzaba en evacuar a decenas de familias desde el centro de la ciudad.
Pese a las alertas, la intensidad y la repetición constante de los sismos, las consecuencias no están siendo tan graves como lo fueron en 1972.
Jaime Matus, presidente de la Asociación Nicaragüense de Ingenieros y Arquitectos (ANIA), explicó a The Associated Press que el sismo de hace 41 años se encontró con una capital que desconocía donde estaban sus principales fallas geológicas, además de con casas y edificios construidos de taquezal, una armazón de maderas rellena con piedras y arcilla.
"Era imposible que (Managua) no sucumbiera ante un terremoto de esa magnitud a dos kilómetros de profundidad", dijo Matus.
Según el arquitecto, el resultado catastrófico de ese terremoto, obligó al gobierno de Anastasio Somoza a crear un año después el Viceministerio de Planificación Urbana, donde se expusieron normas y equipos que daban seguimiento a las construcciones.
"Si Managua hubiese seguido construyendo como lo hacía antes de 1972, ahora estuviera con decenas o centenares de casas en el suelo como está ocurriendo con Nagarote y localidades que están cerca del epicentro del terremoto del jueves", dijo Matus.
Según Murillo, el número de viviendas afectadas por los terremotos de jueves y viernes ascendía a 2.354 en los departamentos de Managua, León, Granada, Carazo, Madriz, y Boaco.
Sólo en Nagarote, a pocos kilómetros de Managua, y el lugar más afectado, 587 deberán ser reconstruidas.
El geólogo William Martínez, con más de 30 años experiencia en el estudio de la sismicidad nicaragüense, dijo que "la red de seguimiento de volcanes es una de las mejores que hay en Centroamérica y que cuando se ha hablado de la posibilidad de que un volcán se active como consecuencia de la actual sismicidad, es porque el monitoreo está arrojando datos que revelan que una falla geológica está cerca de una zona donde la lava está en reposo y puede despertar".
Martínez considera que si hasta ahora no se han detectado más daños es por "suerte".
El geólogo cree que "pese a que las construcciones son de mejor calidad, se han hecho con poca planificación, es decir el peligro más grande para nosotros no es la sismicidad sino la casi nula planificación que nos hace más vulnerables".
En el Barrio Santa Ana, a pocas cuadras del Estado Nacional, exactamente por donde pasa la falla que en 1972 destruyó totalmente la ciudad cobrándose casi 10.000 vidas y que según las autoridades se activó la tarde del domingo, 23 familias trataban de adecentar la mañana de lunes el bar en el que pasaron la noche en previsión de que la situación se prolongue.
"No hemos dormido nada, vimos cómo se cuarteaban las paredes y nadie tuvo que darnos la orden, salimos con nuestros colchones a la calle", dijo a The Associated Press Ana María Echániz de 30 años.
Como miles de habitantes de la capital de Nicaragua, los pobladores de Santa Ana no tienen planes de regresar a sus casas hasta que termine la alerta extrema decretada por el gobierno a través de su portavoz, Rosario Murillo, a media tarde del domingo, que se sumaba a la alerta roja que ya había sido decretada la noche del jueves y fue prolongada la mañana del lunes.
"Es una zozobra continua, viene y va y todo el tiempo" dijo Echániz mientras en la calle, los niños avisaban de una nueva réplica, suave, pero que acumula tensión tras cuatro días seguidos en los que la tierra no ha dejado de temblar y en los que el Instituto Nacional del Territorio ha identificado más de 1.000 réplicas.
Daniela Artola, de 56 años, vecina de la Managua vieja, chequeaba la estructura de un comercio de motocicletas establecido en uno de los pocos edificios que sobrevivieron al sismo de 1972 y que linda pared con pared con su casa y muestra grietas severas.
La mención del terremoto de 1972 despierta las peores pesadillas de los habitantes de mayor edad de la ciudad.
"Se han caído pedacitos de concreto al piso, y lo estamos monitoreando, tenemos miedo, sobre todo por los recuerdos del pasado" dijo.
"Dios manda una alerta y la compañera Rosario Murillo nos informa de ella", agregó.
AP