Una bomba explota envolviendo en una nube de humo de color naranja la plaza Dam en el centro de Ámsterdam cuando los nuevos reyes de Holanda, Guillermo Alejandro y Máxima, se presentan en el balcón del Palacio Nacional para saludar a una multitud de eufóricos simpatizantes de la Casa Real neerlandesa.
Sin embargo, el "incidente" no genera pánico alguno, pues se trata de un acto lúdico, inofensivo, de un fervoroso monárquico holandés. Nada que ver con las bombas de humo negro que militantes del movimiento okupa arrojaron furiosos a las calles de Ámsterdam en 1980, durante la investidura de la reina Beatriz.
Treinta y tres años después, la policía de Ámsterdam sólo arrestó a dos personas por supuestas provocaciones, pero tuvo que ponerlas en libertad poco más tarde y presentar sus disculpas admitiendo que se trataba de un "error de apreciación".
Prácticamente ningún republicano combativo se atrevió este martes a acercarse a la plaza Dam, abarrotada por unos 25.000 fervorosos adeptos a la Corona en un país abrumadoramente promonárquico, que convirtieron la asunción del rey Guillermo Alejandro en una gigantesca fiesta callejera, con cantos, bailes y música.
Una fiesta popular de notables características carnavalescas, con miles de holandeses, y también turistas extranjeros, disfrazados con estrafalarios atuendos de naranja, el color de la Casa Real holandesa, y vasos de plástico llenos de cerveza en la mano.
También la prensa holandesa se unió hoy a la fiebre monárquica con la publicación de voluminosos suplementos en los que el color naranja sustituyó en varias páginas el habitual negro. Incluso el diario "de Volkskrant", de origen socialista, se unió a la "ola naranja": "La monarquía es una locura, pero no está mal".
"Gracias Bea, gracias", gritaban jubilosos los fiesteros monárquicos cuando la ex reina Beatriz, ahora convertida nuevamente en princesa de Oranje, apareció en el balcón del Palacio Nacional junto a la nueva familia real, encabezada por los reyes Guillermo Alejandro y Máxima.
La euforia desenfrenada de los "naranjistas" contrasta, sin embargo, con la serena contención, casi fría, que exhibe Beatriz, fiel a su estilo, al presentar ante el pueblo holandés a su hijo mayor como nuevo rey de los Países Bajos. Apenas un gesto sentimental, nada que ver con la emoción desbordada con la que la popular reina Juliana pasó el cetro hace 33 años a su hija Beatriz.
La inmensa mayoría de los holandeses siempre han mostrado un gran respeto por la reina Beatriz y su labor al frente de la monarquía, pero muchos entrevistados por los medios no ocultan su esperanza de que Guillermo Alejandro despliegue un estilo más campechano, menos rígido y más cercano a los ciudadanos.
Esa esperanza viene alimentada por la influencia positiva, "humanizadora", que Máxima Zorreguieta, ahora reina de Holanda, ha ejercido en los últimos años sobre su esposo gracias a su sencillez, espontaneidad, alegría y estilo directo, desenfadado.
Guillermo Alejandro ya adelantó en una reciente entrevista televisiva única que pretende ser un rey moderno, abierto y más modesto cuando pidió comprensión de antemano por los "errores" que inevitablemente cometerá, "como cualquier ser humano", e incluso dijo aceptar las protestas contra la monarquía y su persona. En un país democrático como Holanda, eso "no debe ser ningún problema", afirmó. /DPA