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Los barberos callejeros: una omnipresente institución en Pakistán

Jueves, 05 de marzo de 2020 a las 08:00 pm
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2001.com.ve| EFE

En parques o en mercados, la institución del barbero callejero es omnipresente en Pakistán, con sus espejos colgados de árboles o muros y rodeados de vecinos que beben té o leen el periódico pasando el rato, en una profesión no exenta de polémicas.

Profesión heredada de abuelos a padres y a nietos, los barberos de las calles de Pakistán y de otros países del Sur de Asia ofrecen cortes de pelo y afeitados desde las 50 rupias (0,2 euros), lo que unido a su abundancia les convierte en el elemento perfecto para un rápido acicalamiento.

Todo ello, con esporádicos choques con las autoridades, ya sea porque ocupan espacio público sin licencias o porque sindicatos de la profesión prohíben peinados o barbas antislámicas, como ocurre en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, vecina a la capital.

“Llevo 26 años en esta profesión”, dice a Efe Nazir Ahmed en Islamabad, barbero de cuarta generación en su familia.

A los 14 años en lugar de acudir al colegio, un joven Ahmed empezó a acompañar a su padre a casas de clientes para aprender la profesión en el pueblo de Kul Karli, en el centro del país.

Y ahora a sus 60 años continúa en ello en un descampado cercano a una enorme madrasa o escuela islámica, cuyos 1.400 estudiantes son la fuente de su clientela para ganar un máximo de 2.000 rupias (11 euros) en el mejor de sus días.

Desafortunadamente, los estudiantes islámicos no le permiten esmerarse con sus cabelleras ya que suelen optar por raparse la cabeza.

 

DIFICULTADES CON AUTORIDADES

Aparte de la lluvia, el peor enemigo de Ahmed es la Autoridad de Desarrollo de la Capital (CDA), el organismo que administra Islamabad.

“Gente de la CDA viene algunas veces y me pide que me vaya de este sitio. Hace seis meses se llevaron la silla (donde se sienta el cliente), que es lo más caro que tenía”, cuenta con tristeza el peluquero.

Por suerte, en un acto de generosidad un guarda de una casa cercana le prestó una silla y así Ahmed puede seguir trabajando para alimentar a sus cuatro hijas y dos hijos, todos ellos estudiantes.

“Me arrepiento de no haber estudiado. Si lo hubiese hecho tendría un buen trabajo”, sentencia el barbero.

 

PROHIBICIONES

A diferencia de sus compañeros de profesión en Khyber Pakhtunkhwa, donde al menos cuatro peluqueros fueron detenidos a finales del año pasado por realizar arreglos “anti islámicos” de barbas, Ahmed no se ha enfrentado a esos problemas.

“Creo que la gente debería cortarse el pelo como quiera”, afirma Ahmed.

Mehmood Anjum, de 43 años, mantiene una opinión similar. “Realizo cualquier estilo que me pidan mis clientes”, dice a Efe en el claro de una zona arbolada frente a unas oficinas gubernamentales donde trabaja en la capital.

“Algunos clientes me traen fotos de actores indios como Amir Khan o Salman Khan”, relata el barbero, que lleva 13 años dedicado a los pelos de los demás y no recuerda imposiciones acerca de los estilos de peinados o barbas.

“Una vez un cliente me trajo un póster del héroe de la película Titanic y se lo hice”, recuerda con una sonrisa, en referencia a Leonardo DiCaprio.

La peluquería de Anjum está montada en un claro de una zona arbolada, con un espejo colgado de un tronco, junto con toallas y otros artilugios, un montón de ladrillos como asiento para el cliente, y unos pocos periódicos esparcidos por los alrededores para que lo lean los que esperan.

“La CDA no permite que tengamos sillas de barberos porque solo pueden estar en barberías de verdad”, indica.

Anjum no quiere que su hijo de 15 años siga sus pasos y espera que consiga un mejor trabajo gracias a la educación.

“Mi profesión no es respetable en el país”, se lamenta.

 

HIGIENE

Tanto Ahmed como Anjum se defienden de las críticas que reciben los barberos callejeros por su supuesta falta de higiene.

Un estudio de 2014 señaló a las barberías, en especial las callejeras, por su potencial riesgo para la transmisión no sexual del VIH, con solo un 60 % de ellos que cambiaba las cuchillas con cada nuevo cliente y solo el 40 % usaba antiséptico después del afeitado, en parte por el desconocimiento de la enfermedad.

“Conozco el VIH. Nunca reúso una cuchilla y limpio el mango cada vez”, dice Anjum.

Dado el alto número de clientes que esperan su turno en el puesto de Anjum, alguno leyendo el periódico, no parece que la cuestión de la higiene les preocupe.

“Soy pobre, no me puedo permitir ir a una barbería lujosa donde me cuesta lo que gano en un día”, sentencia Mohamed Ramzan.

2020-03-06

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