El terremoto de México, con epicentro entre los estados de Puebla y Morelos –a 120 km de la Ciudad de México–, es la más reciente catástrofe natural de gran magnitud que el mundo vive en este fatídico septiembre, en el que la mala suerte parece ensañarse con Norteamérica y el Caribe.
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Además de los dos temblores de este mes en México (el país sufrió otro de 8,2 grados el pasado 7 de septiembre), la región ha sufrido cuatro poderosos huracanes en las últimas semanas: Harvey, Irma, José y María.
Ante semejante serie de cataclismos, las redes sociales han estallado en pánico con comentarios de miles de personas que creen que tanto huracanes como terremotos están relacionados y que son un efecto del cambio climático y una retaliación de la naturaleza por el daño causado por el hombre. Abundan, además, las predicciones apocalípticas.
La verdad es que este tipo de afirmaciones no pueden estar más lejos de la realidad y la única relación que se puede argumentar entre los huracanes y los movimientos de tierra, como los sismos, es su cercanía en el tiempo, lo que convierte a esta situación en una simple pero fatal coincidencia.
La primera evidencia para rebatir la teoría de un castigo divino tiene que ver con el origen de ambos fenómenos. Andrés Franco Herrera, director del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, explica que los huracanes se generan cuando la temperatura del mar aumenta, lo que irradia energía calórica hacia la atmósfera. Cuando esto ocurre, se elevan las masas de aire y el mar se evapora, “generando una especie de trompo de aire gigante, en el que la cuerda que lo hace girar es la energía calórica que el mar irradia a la atmósfera”.
De acuerdo con Franco, no es inusual que por esta época se presenten varios huracanes en el Atlántico: “La temporada de huracanes históricamente se da a en el segundo semestre del año, entre el 11 de junio y el 30 de noviembre, y la razón de esto es que es la época de verano en el hemisferio norte y cuando hay más calor en el océano, aumenta la probabilidad de que ocurran huracanes”.
Según el experto, que haya más o menos huracanes depende de qué tanta energía calórica tengan los océanos para liberar a la atmósfera y, en esta medida, el cambio climático puede influir en la fuerza y frecuencia de los huracanes durante el verano, al incrementar la temperatura atmosférica y de la Tierra.
En el caso de los terremotos la historia es muy distinta. Hasta el momento no hay evidencia de que el cambio climático influya en su ocurrencia. “Los maremotos y terremotos responden al movimiento de las placas tectónicas, que se tocan, rozan lateralmente y se separan a causa de las dinámicas internas del planeta”, agrega Franco.
-La estadística
Jorge Zuluaga, profesor del programa de Astronomía de la Universidad de Antioquia, considera que, si bien la anterior explicación es acertada, muchas veces resulta insuficiente cuando se trata de convencer a una sociedad con creencias populares que, aunque fuertemente arraigadas, son falsas. “El anterior argumento es fácil de debatir porque mucha gente piensa que hay correlaciones entre los eventos que la ciencia desconoce”, dice.
Zuluaga recuerda que por estos días también se dio la tormenta solar más fuerte de los últimos diez años y hasta un eclipse de Sol, y por eso, muchas personas pueden llegar a pensar que todos los sucesos están conectados. “En Colombia hay todavía quienes piensan que cuando hace mucho calor es porque va a temblar o que cuando se ve la Luna en el cielo hace más frío, cuando sabemos que son cosas que nada tienen que ver”, dice el experto.
Para Zuluaga, un argumento infalible en esta discusión es el matemático y, puntualmente, el estadístico: “En este mundo tan azaroso vemos fenómenos catastróficos y queremos conocer sus causas comunes. La estadística establece que los eventos que no tienen causas comunes –como los huracanes y los terremotos– suelen suceder en lapsos de tiempo cortos, como días o semanas. En cambio, los eventos que sí están correlacionados tienden a ocurrir con espacios de tiempo que, aunque más separados, sí tienen una periodicidad”. A esto se le denomina ley exponencial.
“Si hay causas comunes entre distintos eventos, el tiempo de separación seguiría una ley diferente: pensemos que buscamos la relación entre la ocurrencia solamente de los huracanes. Sabemos que se producen con semanas o meses entre ellos, pero solamente durante el verano en el Atlántico norte; cuando finaliza la estación no se vuelven a ver si no hasta dentro de un año. De esta forma, es fácil determinar que hay una periodicidad y la razón por la cual la descubrimos es que hay una causa común”, sigue Zuluaga.
Y asegura que, generalmente, los eventos catastróficos se van a producir juntos, incluso si no tienen nada que ver; prueba de ello es que el sismo de magnitud 7,1 de esta semana no tiene nada que ver con el de 8,1, de hace dos semanas, pues ambos se produjeron en dos partes distintas de la placa tectónica de México.
“No obstante, si comparamos el sismo de esta semana con el que ocurrió en México en 1985, esa periodicidad de 35 años demuestra que las causas están relacionadas (ambos sucedieron en la misma placa) y podemos asegurar que lo que ocurrió fue que durante más de tres décadas la acumulación de estrés en la placa se liberó con las consecuencias que observamos”, apunta.
2017-09-25