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La frase se repite en cada lanzamiento editorial, con variaciones al pronunciarla que van desde la incredulidad al hartazgo. "¿¡Otra novela sobre la Guerra Civil!?" Y es que desde el fin de la contienda que marcó el siglo XX en España, del que ahora se cumplen 75 años, han llovido ríos de tinta sobre el tema, en muchos casos de las plumas más destacadas y no siempre exentos de polémica.
"Nos guste o no, nada se entiende sin la Guerra Civil, porque la Guerra Civil es nuestro mito fundacional", argumentaba en 2010 Javier Cercas en una de sus columnas. Él mismo acabó escribiendo "una cosa que se parecía tanto a las novelas de la Guerra Civil que era casi imposible distinguirla de ellas", y que además lo catapultó dentro del panorama literario. Se titula "Soldados de Salamina" (2001) y narra la historia del falangista Rafael Sánchez Mazas, que más tarde sería llevada al cine por David Trueba.
Sin embargo, no todas las novelas que abordaron la contienda nacían de la misma vocación literaria, especialmente en los inicios. "Las dos grandes líneas que arrancan en el seno de la Guerra Civil (1936-1939), tanto la franquista como la republicana, tuvieron un fuerte contacto con la propaganda", explica a dpa Blanca Ripoll, profesora de Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona. Y lo mismo apuntaba Andrés Trapiello en su libro "Las armas y las letras" (2010): "La literatura no estuvo casi nunca a la altura del momento histórico, porque casi nada ni nadie lo estuvieron tampoco".
Con todo, hay excepciones, como el caso de "Javier Mariño" (1943), primera novela del Premio Cervantes Gonzalo Torrente Ballester y muy criticada entre algunos sectores por su corte falangista -aunque él la sintiera "destrozada" por la censura de Francisco Franco-, y "Madrid, de Corte a checa" (Agustín de Foxá, 1938). En el otro bando, ya desde el exilio, sobresale "por su calidad estética" Max Aub, apunta Ripoll. Instalado en México, escribió entre 1943 y 1968 la serie de seis novelas "El laberinto mágico", que aborda desde la sublevación militar hasta el fin de la contienda.
Aub también colaboró con André Malraux en la película "Sierra de Teruel", inspirada en la novela "L’espoir" que el francés escribió a raíz de su experiencia en la contienda española. Y es que como Malraux, muchos extranjeros también se vieron influenciados por una guerra que vivieron como corresponsales o incluso apoyando en el frente a las tropas republicanas. "La brigadista" (Elizaveta Parshina) y, sobre todo "Homenaje a Cataluña" o "Por quién doblan las campanas", de Ernest Hemingway, son sus principales ejemplos.
En la España de mediados de los 40, la novela sobre la Guerra Civil se acabó muy pronto, pues entre otros factores la sociedad "se hartó de la propaganda y quiso olvidar", añade Ripoll. Pero desde el exilio, "un poco en tierra de nadie y despojados de su público", surgieron títulos tan emblemáticos como "Réquiem por un campesino español" (1953), de Ramón J. Sender, o "La llama", tercera entrega de la trilogía "La forja de un rebelde" (1941-6) que Arturo Barea tuvo que publicar originalmente en inglés, traducida por su mujer.
Aunque el gran "boom" llegó en los 80 con la Transición a la democracia, ya desde mediados de los 60 se observa un reflote de la temática con grandes novelas como "Los soldados lloran de noche" (1964), de Ana María Matute; "Las últimas banderas" (1968), de José María de Lera; "San Camilo, 1936″ (1969), del Nobel Camilo José Cela, o la nostálgica "Si te dicen que caí" (1973), de Juan Marsé, además de la tetralogía de José María Gironella. Hasta que con la muerte de Franco y la llegada de la democracia, la "novela de memoria" experimentó un lógico florecimiento.
Para Ripoll, entre los hitos de esta época figura "Luna de lobos" (1985), de Julio Llamazares, que además entronca con otro de los subtemas del género: la novela sobre el maquis (guerrilla antifranquista). "Madera de héroe" (Miguel Delibes, 1988), "El lápiz del carpintero" (Manuel Rivas, 1998), "La voz dormida" (Dulce Chacón, 2002) o "Los girasoles ciegos" (Alberto Méndez, 2004), son sólo algunos títulos de este florecimiento, que en muchos casos llevados con más o menos acierto al cine.
Con las nuevas generaciones de escritores que vivieron su juventud en la Transición "se aprecia un revisionismo muy crítico desde la misma izquierda", apunta Ripoll. "Existía una cierta mitificación de la resistencia antifranquista" que a su modo matizaron autores como Almudena Grandes. Así en "Inés y la alegría" (2010), primer tomo de sus "Episodios de una guerra interminable", presenta una visión "más de carne y hueso" de dirigentes comunistas como la Pasionaria o Santiago Carrillo.
No obstante, Grandes subraya siempre que puede que su serie habla sobre la posguerra, no la guerra. "En España, cualquier cosa que pasa antes del destape (en la Transición) es (considerado) Guerra Civil", decía a dpa con motivo de la reciente publicación de "Las tres bodas de Manolita". "Eso tiene que ver con la falta de conocimiento de este país hacia su propia historia, y creo que es porque hay muchos españoles que no quieren saber en qué país vivían sus abuelos".
Frente a los historiadores, afirmaba Grandes, "la función del novelista no es la neutralidad". "Otra cosa es que esa visión crítica se corresponda o no con la realidad", añade Ripoll, al tiempo que sostiene que "estos resortes de ficción no quitan la verdad moral que un tratado de historia no puede darnos". Y como demuestran los últimos títulos publicados, desde "Riña de gatos" (Eduardo Mendoza) a "Dientes de leche" (Ignacio Martínez de Pisón) o "La noche de los tiempos" (Antonio Muñoz Molina), quedan aún muchas novelas sobre la Guerra Civil por escribir.