Las tropas filipinas lanzaron una ofensiva para abrirse paso hacia poblados costeros sureños donde insurgentes musulmanes tienen a cientos de rehenes desde hace seis días, desatando batallas que provocaron 56 muertos y el desplazamiento de más de 60.000 personas, informaron el sábado las autoridades.
Las fuerzas gubernamentales que rodean a unos 200 combatientes de una facción rebelde del Frente Moro de Liberación Nacional han comenzado a avanzar y lentamente han retomado áreas controladas por los insurgentes y despejado caminos en poblados ubicados en las afueras de Zamboanga, un puerto importante, dijo Mar Roxas, el secretario del Interior.
La ofensiva fue "calibrada" con el fin de proteger a un número aún no especificado de rehenes en poder de los rebeldes, informó el teniente coronel Ramón Zagala, portavoz militar.
"No es una guerra en la que se esté aplicando toda la fuerza", declaró Zagala a The Associated Press vía telefónica.
Las tropas no han recurrido a la artillería pesada, los cohetes ni han lanzado ataques aéreos con el fin de proteger a los rehenes y a los civiles, dijeron las autoridades y agregaron que, de los 56 fallecimientos, 47 eran de rebeldes. También murieron cuatro civiles, dos soldados y tres policías.
Además de los rehenes, los insurgentes han detonado bombas para incendiar decenas de casas con el fin de dificultar el avance de las tropas. En el poblado de Santa Catalina, controlado por los rebeldes, un fotógrafo de The Associated Press vio cómo las tropas avanzaban detrás de transportes blindados para retomar un tramo de un camino, pero tuvieron que detenerse al enfrentar disparos de los insurgentes, toparse con grupos de casas en llamas y escuchar a rehenes que gritaban "¡no disparen, no disparen!"
Varios rehenes han escapado, pero se desconoce cuántos quedan en manos de los insurgentes.
El presidente Benigno Aquino III dijo que se esperan más combates, pero aseguró a más de 62.000 pobladores desplazados a los que se brindó refugio en un complejo deportivo en Zamboanga que la capacidad de los rebeldes para generar problemas ha sido disminuida y que el gobierno trabaja para poner fin a la crisis pronto.
Los insurgentes del Frente Moro, encabezados por su líder Nur Misuari, firmaron un tratado de paz en 1996, pero las guerrillas no depusieron sus armas y posteriormente acusaron al gobierno de incumplir una promesa de impulsar el desarrollo de las regiones musulmanas en el sur de esta nación predominantemente católica, las cuales han sido desatendidas por las autoridades centrales durante largo tiempo.
El gobierno dice que Misuari siguió haciendo nuevas exigencias y frenó la implementación de los acuerdos./AP