"No están ni muertos ni vivos, están desaparecidos". Esta frase del exdictador argentino Jorge Rafael Videla, fallecido a los 87 años, refleja cabalmente las oscuras convicciones que le convirtieron en uno de los principales ideólogos y ejecutores de la más sangrienta dictadura argentina.
Fue en 1979, cuando, como presidente de facto, dio una rueda de prensa en la que un periodista le preguntó sobre una mención que el papa Juan Pablo II había hecho sobre la desaparición de personas.
"Frente al desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si el hombre apareciera tendría una tratamiento x, si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tiene un tratamiento z, pero mientras sea desaparecido no puede tener un tratamiento especial: es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido. Frente a eso no podemos hacer nada", afirmó sin pestañear.
Por esos que "no están", unos 30.000, según organismos de derechos humanos, Videla sería procesado, sometido a juicio y condenado a reclusión perpetua, pero no se arrepintió nunca e incluso reivindicó el accionar del régimen militar.
"No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina no se hubiera bancado (soportado) los fusilamientos. (…) No había otra manera. Todos estuvimos de acuerdo con esto. Y el que no estuvo de acuerdo, se fue. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero, ¿qué es lo que podemos señalar? ¿El mar, el río de la Plata, el Riachuelo?", dijo en 1998.
Reveló que en su momento se pensó en dar a conocer las listas de los desaparecidos por la dictadura, pero que luego se planteó que, si se daban por muertos "enseguida vienen las pregunta que no se pueden responder; quién mató, dónde, cómo".
En 2011, en una entrevista, dijo que el objetivo del régimen militar "era disciplinar a una sociedad anarquizada; con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal; queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario".
Su "cruzada" contra los insurgentes iba más allá de la guerrilla para cuyo exterminó justificó el golpe de Estado. Así, dijo alguna vez que "un terrorista no es sólo alguien con un revólver o una bomba, sino también aquel que propaga ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana".
Condenado a 50 años de prisión por el robo de bebés a mujeres secuestradas por el régimen, llegó a afirmar ante un tribunal que "las parturientas eran militantes activas de la maquinaria del terror" e incluso sostuvo que "muchas usaron a sus hijos como escudos humanos".
En los juicios orales en su contra, ha asegurado ser un "preso político".
Videla afirmó en 2012 que el actual Gobierno de Cristina Fernández y antes el de su esposo, Néstor Kirchner, no buscan justicia, sino venganza, con su impulso a los juicios a los militares involucrados en la dictadura.
"Son todos juicios políticos, como parte de esa venganza, de esa revancha, como parte de ese castigo colectivo con que se quiere castigar a todas las Fuerzas Armadas", señaló Videla en una entrevista con el semanario español Cambio 16.
En declaraciones publicadas por ese mismo medio en marzo pasado, el expresidente de facto llamó a los militares a alzarse en armas.
"Quiero recordarles a mis camaradas, principalmente a los más jóvenes, que hoy promedian las edades de 58 a 68 años, que aún están en aptitud física de combatir, que en caso de continuar sosteniéndose este injusto encarcelamiento y denotación de los valores básicos ameriten el deber de armarse nuevamente en defensa de las instituciones básicas de la República", afirmó.
Según Videla, las instituciones están "hoy avasalladas por este régimen kirchnerista encabezado por la presidenta Cristina y sus secuaces, que, medrando con la sangre de los otrora mal llamados jóvenes idealistas, continúan hundiendo a la patria en el abismo anacrónico del marxismo".
Sus palabras, cuando este año se cumplirán tres décadas de retorno a la vida democrática en Argentina, causaron un repudio generalizado en la sociedad.
"Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano", dijo hace dos años el exdictador, quien murió sin pronunciar, al menos públicamente, palabras de arrepentimiento. /EFE
Viernes 17/05/13