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Problemas de Venezuela, visibles en procesión

Viernes, 15 de marzo de 2013 a las 07:30 pm
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A lo largo de la carretera que va desde la academia militar donde el cuerpo de Hugo Chávez ha estado expuesto hasta el museo en lo alto de una montaña, donde se expondrá indefinidamente, están algunos de los barrios marginales más peligrosos del planeta. La vía pasa por debajo de puentes que necesitan reparaciones urgentes y frente una tienda de alimentos con muy poco que vender.

Decenas de miles de venezolanos se reunieron a lo largo de la ruta el viernes para ver el recorrido del cadáver del presidente por la ciudad, en otra coreografía diseñada para cautivar la atención de los partidarios de Chávez, de cara a las elecciones del 14 de abril para reemplazarlo. Después, el pueblo tendrá que seguir viviendo con los problemas que Chávez dejó atrás.

Esta tensa y gris capital es un reflejo de muchos de los problemas de Venezuela, con edificios de apartamentos medio derruidos y filas para comprar alimentos que con frecuencia comparten la misma acera con multitudes deseosas de despedirse de su comandante.

"Más que nada, el gobierno sigue peleando con todo el mundo, y todo lo hace mal ", dijo Francisco Olivero, un carpintero de 54 años que vive con su esposa y cinco hijos en el barriada pobre de Catia, a pocas cuadras de la ruta funeraria.

Como muchos venezolanos, Olivero dijo que la violencia callejera, que está a niveles de un país en guerra, era su principal preocupación.

"Matan gente a diario ", afirmó. "He perdido amigos, familiares".

Mientras miles de personas eran conducidas en autobuses, y cadetes de la academia de policía se reunían a lo largo de la ruta para preparar la procesión, Olivero y su esposa Yelitza Acuña, se protegían de sol mientras hacían una larga fila para comprar harina, café, mantequilla y otros alimentos básicos que según ellos escasean desde hace unos dos años.

La tienda, ubicada en una de las zonas más transitadas de la ruta, vendía el viernes productos en demanda, lo que atrajo a numerosas personas desesperadas por unas pocas bolsas de harina.

"Se corre la voz y veníamos por aquí", dijo la esposa de Oliver, que es ayudante de cocina. Más tarde, el ataúd de Chávez pasó calle abajo en una carroza fúnebre negra, ante el ruido ensordecedor de miles de admiradores.

Algunos economistas afirman que los controles de precios impuestos por el gobierno con el fin de moderar la inflación, que está por el 20%, han imposibilitado a los dueños de tiendas vender alimentos básicos y ganar dinero, lo que ha provocado una amplia escasez. Por su parte, las autoridades han acusado a los suministradores de acaparar los insumos y han allanado almacenes en busca de azúcar, harina y otros productos alimentarios que escasean.

"No consigues nada ", dijo Anglys Bericote, una abogada de 27 años que viajó cuatro horas en autobús desde el poblado de Cajigal para presenciar el cortejo. Con un pasador en forma de corazón que dice "Yo soy Chávez", la mujer dijo que aprovechaba la oportunidad para comprar productos básicos. La gente de su vecindario incluso ha tenido que pasarla sin dentífrico ni papel de baño, afirmó.

"Es el plan de las empresas privadas ", expresó, repitiendo la postura del gobierno sobre el tema. "Lo acaparan todo y la gente se molesta".

A unas cuadras de distancia del museo militar, donde una llama ceremonial esperaba la llegada de los restos de Chávez, Jonathan Rodríguez observaba a partidarios del gobierno pasar en camisetas rojas con la imagen del fallecido presidente. Aguas negras salían de una tubería rota en la calle y el agente de seguros de 37 años regañó a sus dos hijos por jugar cerca.

"La mayoría de ellos no se quejan de los problemas que hay aquí", dijo Rodríguez en voz baja, acerca de los partidarios de Chávez que pasaban por allí. "Es como si no existieran".

Rodríguez dijo que no tiene ese lujo. La violencia es tan fuerte en la zona donde vive que él y su familia se encierran en la casa todos los días a las 6 p.m. y sólo abren la verja de hierro de la puerta del frente a la mañana siguiente. Sin embargo, para Rodríguez, no salir de casa quizás no sea suficiente para protegerse a sí mismo y a su familia de la violencia en las calles. Hace varias semanas, una bala perdida penetró el techo de láminas de zinc de una casa del vecindario.

Casi todas las calles de Caracas se vacían al comenzar a caer la noche y los habitantes viven bajo la presión de una tasa de homicidios 20 veces mayor que en Estados Unidos. El jueves, el Programa de Desarrollo de la ONU dio a conocer los resultados de un estudio que concluye que Venezuela tiene la quinta mayor tasa de homicidios del mundo, sólo por detrás de Honduras, El Salvador, Costa de Marfil y Jamaica.

Rodríguez atribuyó los problemas de su barriada a delincuentes que recorren las calles en motocicletas. Consideró que hacen falta más patrullajes policiales para recuperar los barrios.

Muchos, sin embargo, creen que la policía representa una parte importante del problema. En una revelación sobrecogedora, el entonces ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Tareck El Aissami, dijo en 2009 que la policía era responsable hasta por el 20% de los delitos en el país.

"Ahora me quedo en la casa", dijo Rodríguez. "Afuera no está seguro".

A lo largo de la ruta seguida por la procesión había señales inconfundibles de que la inseguridad no es el único problema de este país de 28 millones de habitantes. Muchos servicios básicos no funcionan más.

La carroza que llevaba el féretro partió de la academia militar, rodeada por barriadas. Ahí, las casas de ladrillos sin recubrimiento alguno parecen aferrarse apenas a las empinadas laderas de las colinas que se yerguen casi en vertical hacia el cielo caribeño.

Muchos venezolanos se han mudado a estas barriadas durante el gobierno de Chávez, como víctimas de un déficit de vivienda estimado en dos millones de unidades por parte del grupo Provea, defensor de los derechos humanos. Las estadísticas oficiales señalan que el número de viviendas consideradas "inadecuadas" en el país creció de 295.000 en 1999 a más de 404.000 en 2011.

El crecimiento de estos asentamientos miserables ha provocado otros problemas. Ante la infraestructura ruinosa o inexistente, las aguas negras de toda la ciudad desembocan prácticamente en el mismo sitio, el Río Guarie, otrora limpio, cuyo cauce coincide con buena parte del recorrido que siguió la procesión de Chávez, vitoreada por soldados y simpatizantes de camisas rojas.

En 2005, Chávez hizo una promesa muy recordada, al asegurar que los venezolanos serían capaces un día de nadar en ese río. Si alguien lo hubiera intentado el viernes, habría arriesgado su vida.

El camionero jubilado Miguel Mosquera recordó el paisaje idílico de hace tres décadas, cuando el río era el lugar perfecto para pasar un día soleado.

Mosquera vive en el barrio de San Antonio, cercano al cauce y desde donde podía apreciarse el paso del cortejo.

"La ciudad creció demasiado", sentenció el hombre de 67 años. "En el 30, en el 40, en ese río se bañaba la gente… Aquí cuando llueve esto es un caos, figúrate que el río a veces sale pa’ fuera cuando llueve".

José Leal, quien se encontraba en una panadería cercana a la ruta, dijo que no abrigaba ya esperanzas de un cambio bajo el gobierno actual, encabezado por el presidente encargado Nicolás Maduro.

"No es fácil, hermano. Es preocupante, te crea estrés; estrés en la familia, estrés en el trabajo", dijo Leal, mientras los simpatizantes de Chávez se dirigían al río para ver la procesión.

La carroza terminó su recorrido virando por la barriada 23 de Enero, un bastión de Chávez y deteniéndose frente al museo militar desde el que se aprecia una panorámica de Caracas.

El féretro permanecerá en el museo, mientras las autoridades deciden su destino final. Maduro había dicho la semana pasada que el cadáver sería exhibido en forma permanente, pero el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, anunció el viernes por la noche que el gobierno había descartado esa opción.

Bajo la mirada de toda una nación, Maduro arengó a los venezolanos para que den continuidad al proyecto de Chávez.

"Tomemos su causa… construyamos el socialismo", instó.

Pero en una panificadora, cerca de la mitad del recorrido, Yaneth Solano dijo que no estaba muy segura de que puedan cristalizarse las promesas de un cambio benéfico.

"Ya a Venezuela no la cambia nada; solamente Dios", opinó. /AP