Redacción 2001
La risa parece ser siempre la trinchera de los venezolanos. Por eso puede resultar extraño celebrar este domingo el Día del Chiste, una fecha recién incorporada a las efemérides desde los Estados Unidos, con el muy bien intencionado propósito de alegrarle el momento al depositario del dardo humorístico.
Eso que nos es tan natural convertir todo en guasa, que es casi parte del ADN nacional, y no requiere en consecuencia del concurso de no sabemos cuántas instituciones para consagrar hoy la fecha al chiste.
Pero definitivamente son tiempos difíciles para la guachafa, el chaleco y sus variantes. El humor nacional solvente con su misión, pese a los retos, le sigue sacando punta a cualquier situación en legítima defensa, aunque para enfrentar la crisis se remite al sarcasmo y la ironía, típicos del humor inglés.
Sin registros. El buen humor no tiene datos oficiales. No hay índices, aunque exista un Ministerio de la Felicidad. Para tener una idea de él, hay que recurrir al informe mundial de la Organización de las Naciones Unidas que precisa que este año, Venezuela está clasificada con el número 102 en la tabla de países con mayor grado de felicidad. Para referencia, en 2017 ocupaba el puesto 82, como quien dice, vamos en picada.
Sin empleo. Otros indicativos más confiables manejan quienes han hecho del chiste y la comedia una especialidad. La reducción de los espacios televisivos de humor en la televisión, el cierre o la actividad limitada en los centros nocturnos, unidos a la inseguridad y los frecuentes cortes de luz son responsables de que esa evasión saludable que proporciona el humor se nos esté negando.
Muchos espectáculos, entre ellos los de Laureano Márquez y Emilio Lovera, han tenido que sortear amenazas y prohibición de presentarse en hoteles administrados por el Estado venezolano.
El empeño de suministrar la apropiada dosis para la catarsis de su público abre una rendija al humor en los llamados stand up, los espectáculos unipersonales en las que el artista invita a reírse de su propia realidad.
Se reúnen allí las nuevas generaciones surgidas de las filas del teatro y los programas juveniles de la radio.
“Es una excelente forma de expresarse y hacer crecer a una nueva generación de humoristas criolllos. A mí lo único que no me gusta es el nombre ‘Stand up comedy’, es una gringada muy grande, a eso se le llama monologuistas y ya. Tan bonito que es el castellano, no veo el por qué dejarle ese nombre en inglés”. replicó Cayito Aponte a 2001.
Resuelve en el extranjero. Y como no hay mal que por bien no venga, a los humoristas, imitadores y comediantes consagrados se les da la alternativa del exterior, en donde la necesidad de conectarse con la realidad en una versión distinta, alegra a la diáspora venezolana.
Sin embargo, no hay rasgo de risa para otros que tras un procedimiento administrativo de Conatel, que canceló su fuente de trabajo, se ven forzados a realizar otro tipo de empleos.
2018-06-30
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