Jesús M. Gambús | [email protected]
Si tomamos al pie de la letra el decreto número 2.294 firmado por el presidente Nicolás Maduro, que indica que la vigencia del viernes “no laborable” aplica “hasta tanto cesen los efectos del fenómeno de El Niño”, hoy regresarían a sus sitios de trabajo miles de empleados públicos.
La suposición viene dada por los copiosos aguaceros de las últimas horas, corroboradas personalmente por el Jefe de Estado en su alocución del pasado 19 de Abril en la Plaza Bolívar de Caracas.
No obstante, a la hora de cierre de esta edición no hay una orden presidencial que dé al traste con la primera, pero sí unas cuantas lluvias dispersas. Eso significa que los empleados de la administración pública continuarán alargando los fines de semana.
Vaticinios. Los pronósticos meteorológicos de la semana dan fe de que el “invierno venezolano” que marcan las últimas semanas de abril y el comienzo de mayo, va a poner fin a una medida que provocó y sigue provocando la reacción en cadena de quienes no le ven aún los supuestos efectos positivos en el ahorro energético.
El enrarecimiento del clima político que pone a la militancia, a los simpatizantes y hasta los tarifados en pleno movimiento no compagina con el espíritu de la orden que aunque no lo expresa en estos términos, espera que los empleados públicos permanezcan en casa en actitud meditativa, para que el medidor de electricidad apenas registre el consumo de la nevera.
El proceso revocatorio y las decisiones de la Asamblea Nacional requerirán de gente en la calle proveniente de ministerios y oficinas públicas, por lo que la orden que oficializaba el mangüareo está condenada por marchas, con-centraciones, cadenas y todo acto que requiera de aplausos y vítores a la causa, y más si los convocados quieren continuar apareciendo en nómina.
Motor público. El asombro de sectores ajenos al “motor público” es mayor dado el fracaso de una medida similar aplicada durante la Semana Santa reconocido así por el viceministro de Energía Eléctrica, Freddy Brito, en declaraciones a medios oficiales.
“Debo ser muy sincero: no tuvimos el impacto esperado; es decir, nosotros creímos y proyectamos que durante Semana Santa íbamos a tener una reducción considerable”, pero no fue así”, dijo Brito.
Lo que no imaginó Brito fue que si parecía excesivo el recogimiento de la semana mayor a pocos días ocurriera “la tormenta perfecta”: con las nuevas órdenes del Ejecutivo que limitaron la faena a los días miércoles y jueves, por incluir al lunes como día “no laborable” .
Resultados. ¿Qué dirán los vigilantes del consumo nacional de energía eléctrica? ¿Cuántos kilovatios nos ahorramos con la medida? ¿Se corrigieron los errores de la medida anterior? Sería prudente que tras tanto sacrificio, se aporten las cifras. Y si se afinan bien los lápices, debiera ser público además el número de horas que trabajan actualmente los empleados al servicio del Estado.
Una simple contabilidad indica que en una semana diferente a ésta, el Decreto que preserva la cota del Guri puso horario de trabajo a los empleados de siete y media de la mañana a una de la tarde: 5 horas y media. Y sumando la actividad de lunes a viernes da 22 horas a la semana, un contraste enorme si lo comparamos con las 40 horas semanales, 8 horas diarias que trabajan los empleados regulares.