"¿Cómo un país tan ‘rico’ se ha convertido en uno de los más pobres del planeta?" La respuesta a esta trágica paradoja venezolana tenemos que debatirla, que entenderla; sólo así podremos emprender la reconstrucción de Venezuela, acabar con la pobreza y convertirnos en un país rico de VERDAD. El petróleo bajo tierra no es riqueza, es sólo recursos; que potencialmente pueden transformarse en enormes ingresos para el país y bienestar para la gente, si hay inversiones, tecnología y trabajo productivo. Para que todo esto ocurra, se requieren instituciones sólidas que, con los incentivos adecuados, generen confianza a los inversionistas, excelencia e innovación en las operaciones y transparencia en la administración.
Estos últimos veinte años vivimos la mayor bonanza petrolera de nuestra historia, y son la evidencia inequívoca de que un gobierno mafioso, sin balances o controles institucionales, usurpador de un poder absoluto y disponedor de todas las reservas y recursos naturales, inevitablemente termina asfixiando financieramente a la República y destruyendo sus fuentes de ingresos.
Hoy, Venezuela produce menos del 60% del petróleo que producía en 1999. PDVSA está endeudada hasta niveles que la hacen financieramente inviable, con un pésimo manejo ambiental de sus procesos, y niveles precarios de seguridad industrial. Aún más, el régimen ha convertido a PDVSA en un instrumento para realizar muchas de sus operaciones criminales.
Hemos perdido dos décadas que pudieron ser excepcionales; mientras el resto de los países petroleros aprovecharon estos años de bonanza para aumentar su producción, pagar sus deudas, invertir en infraestructura, y ahorrar en fondos a largo plazo; el régimen chavista practicó el populismo y la corrupción extrema, y financió a los países del ALBA y al comunismo cubano.
Mientras esto ocurría en Venezuela, el mundo cambió. La transición energética mundial está en marcha, y prioriza el uso de combustibles fósiles más amigables con el ambiente como el gas natural, y energías alternativas renovables como la solar y la eólica. También se produjeron grandes innovaciones para la extracción de hidrocarburos fósiles, como el petróleo y el gas de lutitas, y avances para hacer económicamente viable la energía eléctrica en los vehículos terrestres. Nosotros no podemos quedarnos atrás. El reto es que Venezuela alcance el futuro.
Reinventar el sector energético nos costará un gran esfuerzo, pero también será una excelente oportunidad para dejar atrás nuestra dependencia en el petróleo y asumir un país con una economía vibrante y diversificada.
Para arrancar, debemos posicionar a Venezuela como una opción de inversión atractiva, capaz de competir y superar a otros países que están en la misma carrera que nosotros. Tenemos que ganarnos una reputación de país respetuoso del Estado de Derecho, garante de la propiedad privada, y valedor de la seguridad ciudadana. Si no generamos confianza, no hay posibilidad de atraer inversiones.
Construir una “Venezuela energética” exige un cambio radical en la relación del Estado y los ciudadanos con el petróleo. El Estado deberá concentrarse en asegurar la transparencia y productividad del negocio energético. Para ello debemos crear la Agencia Nacional de Energía, que abarque el petróleo y el gas, y que garantice reglas de juego claras, rigurosamente aplicadas, para asegurar la competitividad y el máximo aprovechamiento de los recursos en beneficio de la creación de empleo, crecimiento económico, responsabilidad ambiental y mejoramiento de la calidad de vida de la población.
Como sociedad, avanzaremos en el cambio paradigmático que permita a todos los venezolanos y extranjeros invertir y participar sin límites en el negocio de hidrocarburos, y competir en igualdad de condiciones; así como promover negocios y empresas que tengan como insumo los derivados petroleros, o que se enfoquen en la explotación de nuevas energías. Ello, desde luego, implica realizar cambios en la legislación actual que permitan y estimulen la inversión privada.
La ruina de PDVSA y la superación de la Venezuela petrolera nos obliga hoy a reinventarnos como sociedad. El tiempo apremia, porque los problemas que debemos resolver son inmensos y urgentes.
Yo confío en que la larga y dolorosa lucha que hemos desplegado por nuestra libertad y prosperidad nos ha dejado aprendizajes muy profundos. No queremos un Estado que distribuya una "riqueza" efímera; queremos un país de emprendedores, generadores de riqueza verdadera y sostenible; riqueza intelectual, cultural, material y espiritual.
Tenemos tanta energía creadora acumulada en Venezuela, tantas ganas de hacer las cosas bien. Confiemos en nosotros; este enorme e histórico desafío también lo vamos a lograr.
2017-11-12