María Laura Gil Egui | [email protected]
730 mil bolívares es el cálculo mensual de ingresos que perciben las venezolanas en el mercado de la prostitución en Colombia. Esta cifra es diez veces mayor que el salario mínimo anunciado,
en octubre pasado, por el presidente Maduro.
En un trabajo de investigación realizado por la Cadena Caracol, del vecino país, el equipo de Séptimo Día acompañó a Lisbeth y a Yaribel en su regreso a Venezuela. Lisbeth guardó el dinero en un preservativo que introdujo en su vagina.
Son varias las prostitutas que han sido violadas en las trochas. Estos pasos son vigilados por la Guardia Nacional venezolana, por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), ambos grupos guerrilleros colombianos.
"Al llegar a Maracaibo siento que vuelvo a la vida real", confiesa Lisbeth. Se despide de su compañera y promete quedar en contacto para cuando deban regresar a "La Florida".
Una frontera demasiado caliente
Edwin Rodríguez, oficial de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional de Colombia afirma que muchas colombianas han dejado sus puestos en las casas de lenocinio porque las venezolanas cuando llegan cobran 20.000 pesos. Al cambio son 18.000 bolívares, pero una colombiana cobra por el mismo servicio entre 100.000 y 150.000 pesos.
"La cosa se ha complicado con la llegada de las ‘venecas’ (venezolanas); ellas se están quedando con todo el negocio y los clientes. Como todos conocen, la moneda venezolana está por el suelo frente a la nuestra, lo que es aprovechado por las ‘venecas’ a la hora de cobrar", admite Luz Amparo Cediel en un trabajo periodístico para el diario La Opinión, de Cúcuta.
Katty González, administradora de un club nocturno del barrio La Merced, en Cúcuta, afirma que las venezolanas aquí juegan con la venta y por ello no se esfuerzan tanto, como sí les toca a las chicas locales. "Por la devaluación de la moneda venezolana, con dos o tres servicios que cumpla una ‘veneca’ se está ganando en una noche 150 mil pesos, lo que allá en su país le representa el salario de todo un mes trabajando ocho horas diarias", explica González.
Edwin Rodríguez, oficial de la policía colombiana argumenta que desde que ocurrió el cierre de la frontera colombo venezolana, en agosto de 2015, la llegada de venezolanas para trabajar ilegalmente en la prostitución aumentó.
Por ahora, las autoridades están orientando el problema a las alcaldías de cada municipio. Rodríguez admite que el plan es deportar a las mujeres a Venezuela, por lo que después de visitar las casas de lenocinio, las extranjeras que estén trabajando sin permiso serán puestas a la orden de Migración Colombia. En varias ocasiones se intentó entrevistar a algún representante de la alcaldía municipal de Ocaña y no se obtuvo respuesta. "El cierre de la frontera generó en el gobierno nacional el interés y la inversión en zonas que su economía siempre había estado muy relacionada con Venezuela", afirma Rodríguez.
En el programa Séptimo día, transmitido por la Cadena Caracol, la periodista Paola Rojas destaca que muchas venezolanas profesionales dejan sus trabajos para ir a prostituirse a Colombia.
Lisbeth Montiel es médica cirujana. Trabajaba en el hospital Chiquinquirá, de Maracaibo, en la unidad de Pediatría. La despidieron por votar contra el Gobierno en las elecciones parlamentarias el 6 de diciembre de 2015. Aunque la frontera aún estaba cerrada, en julio de 2016 llegó a trabajar al bar "La Florida" del municipio Uribia, en La Guajira colombiana, a tres horas de su casa. Salió de Venezuela por un paso ilegal cerca de Paraguachón.
Yaribel es compañera de Lisbeth. En Venezuela era contadora pública. También fue despedida por votar contra las fórmulas parlamentarias oficiales. Los clientes que atienden son, en su mayoría, mineros e indígenas Guayú. "El culpable de esta doble vida que tenemos es Maduro", denuncian ambas.
El dato
Las venezolanas desplazan a sus competidoras colombianas y, al final, se llevan las ganancias y regresan a casa con los productos regulados que hace meses están desaparecidos y que cuando se consiguen cuestan mucho más que un salario mínimo, según testimonio de Katty González, la administradora de un club nocturno cucuteño.
Los servicios sexuales son un resuelve para muchas que desertan de sus trabajos para alimentar a sus familias. El fenómeno en el vecino país se acentuó tras el cierre fronterizo
Sharon tiene 26 años. Es una mujer con la piel tostada, cabello castaño oscuro y de poca estatura. Obtuvo el título de técnico superior en Administración de Aduanas en el Colegio Universitario de Administración y Mercadeo (Cuam), ubicado en Caracas.
Entonces, cuando estudiaba, vivía en Antímano, en la ciudad de Caracas. Tiene dos hijos: uno de tres años y otro de uno. Afirma que la crisis política, social y económica que atraviesa Venezuela la obligó a dejar su país y cruzar la frontera hacia Colombia. En octubre de 2015, gracias a una amiga, llegó al municipio de Ocaña, ubicado en el departamento fronterizo del Norte de Santander.
Sharon lleva puesto un vestido corto con estampado de flores. Ofrece servicios sexuales en "La Oficina", un bar ubicado en las afueras del mercado central del municipio.
"En Venezuela era secretaria de un colegio, empecé a trabajar en esto desde que llegué aquí", aclara la joven.
Aunque el monto varía, en un mes puede ganar 800.000 pesos colombianos (COP) lo que según el cambio para enero de 2017 serían 730.000 bolívares. Este monto supera ocho veces el salario mínimo en Venezuela, el cual después del anuncio realizado por Nicolás Maduro el 27 de octubre en cadena nacional alcanza los 90.811 bolívares, incluyendo el ticket de alimentación.
"Trabajo un mes en Colombia y el siguiente lo paso en Caracas con mi familia y mis hijos. Cuando regreso aprovecho de llevarme todas las cosas que en Venezuela no se consiguen, porque no es nada más el precio sino las horas de colas que tienes que hacer para adquirir un producto de primera necesidad", añade Sharon. Su plan es seguir yendo y viniendo hasta que las cosas en Venezuela se estabilicen.
Son muchas. Como esta joven, que utilizó el nombre de Sharon para resguardar su verdadera identidad, hay muchas mujeres venezolanas que cruzan la frontera hacia Colombia para ofrecer sus servicios sexuales. Según el periódico regional El Bello Valle, en el mes de agosto de 2016, había 46 venezolanas trabajando ilegalmente en la prostitución en Ocaña, Colombia.
Johana trabaja junto a Sharon en "La Oficina". Tiene 23 años, contextura gruesa y cabello negro. Lleva puesto un vestido blanco muy corto que se transparenta, no lleva ropa interior. "Tengo un hijo de tres años, necesitaba dinero y por eso me vine para acá, me trajo una amiga. En Venezuela estudiaba, soy de Caracas y vivo en Petare. No planeo quedarme mucho tiempo, después de que ahorre una platica me voy", cuenta rápidamente Johana, mientras suena un vallenato ensordecedor.
Sharon admite que en "La Oficina" solo trabajan tres venezolanas, aunque no descarta la posibilidad de que haya más, solo que muchas prefieren no decirlo para evitar discriminación por parte de sus compañeras colombianas.
Revolución prostituida
Según la investigación que se realizó para el especial Revolución prostituida, del programa Séptimo día, de la Cadena Caracol, se calcula que diariamente llegan a Colombia diez futuras prostitutas de Venezuela. Aunque se distribuyen por todo el país, la mayoría se concentra en los departamentos fronterizos: La Guajira, Norte de Santander y Arauca.
María Daniela González fue otra de las entrevistadas para el reportaje Revolución prostituida. Tiene 21 años. Era profesora en San Cristóbal pero perdió su trabajo por recorte de personal. Ahora se prostituye en Cúcuta, capital del departamento del Norte de Santander. Vive en un hotel esperando la llamada de algún cliente que esté interesado en sus servicios.
Las trabajadoras sexuales de Colombia están agremiadas en Sintrasexco, un sindicato que cuenta con el visto bueno de la Confederación de Trabajadores de Colombia, desde noviembre de 2015.
El movimiento, iniciativa de la Asociación de Mujeres Buscando Libertad (Asmubuli) está registrado formalmente ante el Ministerio del Trabajo.
El primer sindicato de prostitutas formalmente constituido en Colombia logró afiliar a 600 mujeres de seis departamentos en sus primeros cinco meses de labores, de acuerdo al diario El Tiempo, de Colombia.
2017-01-08