El Kaiser Guillermo el Grande, el buque alemán hundido en aguas del Sáhara en una batalla con los ingleses en los albores de la Primera Guerra Mundial, no ha sido tan fantasma como en las últimas semanas nos hicieron creer: siempre estuvo allí, y todos lo sabían.
El buque fue en sus días de gloria un transatlántico de lujo y un acorazado de guerra, pero terminó siendo criadero de mejillones y depósito de chatarra; ahora, lo poco que queda de él bajo las aguas ya ha sido declarado "patrimonio nacional" por el ministerio de Cultura marroquí.
El pasado 9 de octubre, el ministerio anunció el "descubrimiento" de los restos del mítico buque alemán en las cercanías de Dajla, la última ciudad de importancia del Sáhara Occidental que en el momento del naufragio se llamaba Villa Cisneros y era poco más que un fuerte español construido junto al cabo del Río de Oro.
En sus días de gloria un transatlántico de lujo y un acorazado de guerra |
Una asociación local de Dajla llamada Salam, con más ilusión que medios, había localizado unas láminas de metal semienterradas en la arena a poco más de un kilómetro de la bocana del puerto; en las láminas oxidadas se distinguía perfectamente la inscripción "Wilhem der Gross", la que identificaba al buque en su proa, según los documentos de la época.
El ministerio marroquí declaró la zona de acceso restringido por ser aquellos restos patrimonio nacional y anunció una próxima misión sin fecha para desenterrar los restos del gran buque con todos los honores que se merece.
Sin embargo, algo no cuadraba en aquel hallazgo y era que los vestigios del Kaiser Guillermo eran una especie de secreto a voces entre los viejos del lugar.
Fue otro anciano de 87 años, en este caso el español Antonio Cleofé Medina, quien leyó la historia de aquel "descubrimiento" y quiso restablecer la verdad desde su domicilio de Las Palmas, en las españolas Islas Canarias.
Antonio, que disfruta de una memoria prodigiosa, vivió 24 años en Villa Cisneros, donde fue de todo: desde marino hasta transportista de autobuses, además de propietario de restaurantes y del cine del lugar.
"Fíjate si era conocido que hasta el año 1940 parte del barco hundido sobresalía del agua, y hubo que cortarlo en dos, porque molestaba a las embarcaciones al bloquear la entrada de la ría", recuerda Antonio por teléfono.
"El Kaiser Guillermo estaba entonces colonizado por los mejillones; los congrios se metían por los tubos de las calderas, enormes pulpos de cinco kilos campaban a sus anchas y daban más de un susto a los buzos", rememora.
Los buzos a que Antonio alude eran los hermanos Martí, también canarios, contratados por la compañía Río de Oro para desguazar el buque y remontar a la superficie todo el metal que hallasen para luego venderlo como chatarra al peso: el hierro, a los altos hornos de Avilés; el cobre y el antimonio (que era lo más valioso), a Barcelona, precisa.
Antonio, que era ayudante de buzo, recuerda incluso el detalle de la campana que se tocaba en el buque al levar el ancla: hoy se encuentra en el Museo del Ejército (antes de la Marina) de Madrid, asegura.
Cinco años duraron las labores de desguace del Kaiser Guillermo, años en los que nadie objetó la tarea de desguazar el mítico buque, y tampoco Alemania reclamó los restos, como sigue sin hacerlo hasta ahora.
A partir de 1954, el Kaiser Guillermo el Grande cayó en el olvido y las algas |
"Sacamos de allí miles de toneladas de metal -relata Antonio-, y llegamos a ser 22 personas trabajando en la tarea; de ellas, la mayoría tripulantes del barco Isla 2″, construido en Inglaterra y que era una especie de barco-grúa que remolcaba chatarra de navíos hundidos destinada a alimentar las fundiciones.
"La operación duró hasta 1954, cuando ya abandonamos las tareas porque la chatarra ya no era rentable. Qué poco debe de quedar allí", reflexiona Antonio.
A partir de 1954, el Kaiser Guillermo el Grande cayó en el olvido y las algas. Allí ha residido durante más de sesenta años, testigo mudo de la marcha de los españoles del lugar en 1976, de la llegada de los mauritanos y luego de los marroquíes.
Las aguas de Río de Oro, antaño teatro de una sangrienta batalla naval, se han convertido cien años después en paraíso de surfistas y ricos caladeros de pescado. La disputa ahora ya no es entre ingleses y alemanes, sino entre marroquíes e independentistas saharauis. EFE
2013-10-25