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Venezuela: el comodín de todos los candidatos colombianos

Sabado, 19 de mayo de 2018 a las 08:00 pm
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Adriana Abramovits y Carolina Muñoz Bernal

A menos de 10 diez días de las elecciones presidenciales en Colombia, los candidatos han demostrado que ninguna estrategia es más efectiva que la política del miedo. Dejando a un lado las propuestas individuales, todos involucran en sus discursos asociaciones relacionadas con Venezuela. Para el imaginario colectivo, el país está en riesgo de ser una réplica de Venezuela. 

La firma Cifras & Conceptos reveló en una encuesta Polimétrica que al menos un 68% de los colombianos temen a que el país se convierta en otra Venezuela. Ante la incertidumbre resaltan los extremos: la imagen de Gustavo Petro y su principal detractor Iván Duque. La desconfianza que se ha sembrado sobre un escenario similar al de Venezuela es impulsada en gran medida por los medios de comunicación, que necesitan del miedo para vender más noticias. Venezuela es el único tema de política exterior que se ha tocado en los debates de señal pública y privada.

Gustavo Petro, quien en su momento fue amigo y admirador de Hugo Chávez y de la revolución bolivariana, ha tenido dificultades para defenderse de quienes consideran que una eventual presidencia suya, llevaría a Colombia por el mismo camino de Venezuela. No le han ayudado sus trinos de apoyo al legado de Chávez: "Viviste en los tiempos de Chavez y quizás pensaste que era un payaso. Te engañaste. Viviste los tiempos de un gran líder latinoamericano" (sic). En otro desafortunado momento, Petro negó el desabastecimiento de alimentos, insinuando que todo se trataba de una estrategia de desprestigio por parte de los grandes medios de comunicación.  

Durante el debate entre candidatos presidenciales de RCN, ante la pregunta de si respetaría los resultados de las elecciones en Venezuela, Gustavo Petro fue evasivo y aseguró que "Si Colombia pudiera alimentar a Venezuela podríamos quitarle la presión al éxodo que podría sobrevenir a un colapso de la economía". 

Recientemente, Petro declaró que con la muerte de Chávez creció un autoritarismo que acabó con las libertades públicas en Venezuela. Sin embargo, admirar a Chávez y negar a Maduro supone una gran incongruencia, ya que uno deriva del otro. Apoyar el caos que propició Chávez, es apoyar intrínsecamente a su sucesor. Las elecciones en Venezuela han sido cuestionadas desde hace varios períodos, con un Consejo Nacional Electoral parcializado, partidos políticos inhabilitados y líderes de oposición en el exilio. 

En el otro extremo está Iván Duque, el candidato que más ha aprovechado el miedo al "castrochavismo", discurso que su partido, el Centro Democrático, viene construyendo desde la instalación de los diálogos de paz con las Farc. Duque ha sido crítico de lo que considera el silencio cómplice de los gobiernos latinoamericanos frente a la dictadura venezolana y ha declarado que Colombia debe salirse de la Unasur. 

Tal vez su acto más contundente en contra del gobierno de Venezuela fue denunciar a Maduro ante la Corte Penal Internacional – acompañado de 76 congresistas colombianos y 50 parlamentarios chilenos – por presuntos delitos de tortura, asesinato, persecución y arrestos masivos, los cuales violan el artículo 7 del Estatuto de Roma. 

En cuanto a soluciones para la crisis humanitaria desencadenada por el éxodo de venezolanos hacia Colombia, Duque se comprometió a garantizar atención básica en salud y a fortalecer el control fronterizo para poner a raya al contrabando y a los grupos delincuenciales que se tomaron la frontera. 

Marta Lucía Ramírez, fórmula vicepresidencial de Iván Duque, también ha sido muy activa con el tema de Venezuela. Realizó visitas al país vecino en donde reafirmó la gravedad de lo que allí se vive, esto con el fin de mostrar los peligros a los que, según ella, se enfrentaría Colombia, en caso de que llegara al poder un gobierno de izquierda. 

El discurso pacifista de Humberto de La Calle también transciende a la esfera internacional. En el último debate en Antioquia lo reiteró: yo ruego que no entremos en la xenofobia, en el odio al extranjero. “Un odio trae otros odios. El peor camino que puede recorrer Colombia sería ese y por eso me parece que, aún con las perturbaciones presupuestales y de otra índole que genera la migración venezolana, tenemos que tener una visión altruista”. 

Claudia López, la fórmula de Sergio Fajardo, ha denunciado el uso oportunista del término “castrochavismo”, al alegar que no es posible que se implante un gobierno como el venezolano debido a la historia y tradición política de Colombia. Su postura ha sido contundente desde que era senadora “Venezuela hoy es una dictadura, en donde se ha roto la independencia de poderes”. 

Con Vargas Lleras se ve representado el fenómeno de la aporafobia, que no es más que el miedo, rechazo o aversión a los pobres. En una ponencia pública sobre el desafío de la relación con Venezuela, Vargas fue enfático "estamos recibiendo a puros pelados, a los pobres, pero necesitamos que vengan los que tienen platica. Para que inviertan y les den trabajo a sus paisanos".

Este encuentro, organizado por la Universidad del Rosario, El Tiempo, la Acnur, la OIM y la Fundación Konrad Adenauer, era la oportunidad para que los candidatos se lucieran con sus políticas inclusivas, y lo hicieron, a excepción de Vargas Lleras con su declaración "trumpista" que hablaba de la migración venezolana como una "exportación masiva de los peores delincuentes", ladrones de celulares y portadores de enfermedades ya erradicadas.

Hasta la campaña sucia alrededor de los candidatos involucra a los venezolanos. Detrás de la entrega de volantes a favor de Germán Vargas Lleras con mujeres en bikini (acción que fue rechazada por la campaña), está la contratación de venezolanas que fueron utilizadas para eso. También el uribismo se ha visto salpicado por acciones similares: en Bucaramanga se instalaron dos vallas con el mensaje “No quiero vivir como venezolano”, un llamado directo al miedo y, por ende, al despertar de la xenofobia.

La ruptura de la democracia en Venezuela ha dado luz verde a que los candidatos utilicen las desgracias ajenas como una herramienta de discurso político. Salvo excepciones, se pasa por el alto el llamado a la solidaridad, se obvian los aportes culturales que trae esta población, se teme tanto al chavismo, que los derechos humanos pasan a un segundo plano y se ha perdido la empatía, el reconocimiento de que somos naciones hermanas y compartimos un mismo pasado.

2018-05-20

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