Odell López |[email protected]
No hay persona en Tumeremo que cuando escucha la frase "El Topo", no arruge la cara, esquive la mirada o se haga el desentendido. Todos lo conocen, saben de qué es capaz.
Tras ocho días desde que el sureño pueblo venezolano se hizo noticia por la desaparición de 28 personas en la mina El Miamo, cerca del fundo Atenas, el terror ha regresado a sus calles.
Y es que desde que un grupo de habitantes de Tumeremo trancaron la entrada del poblado que une a Venezuela con Brasil, los ánimos en el pueblo estuvieron agitados y con ganas de denunciar. La barricada civil la disolvió la GNB cinco días después y con ella volvió el silencio temeroso y cómplice.
"Me duele la cabeza y ahorita no quiero hablar", dice Yolimar Ferrer, esposa de una de las víctimas quien a principios de semana hablaba sin rodeos de quién es su esposo y por quien protestaba.
Pero Yolimar no es la única, uno de los testigos que narró su sobrevivencia a la presunta masacre que tiene consternada a la opinión pública, desde la plaza Bolívar de Tumeremo hace que no vio al equipo del Diario 2001.
"Es que no nos pueden ver hablando. Es peligroso", dice.
Todos aseguran de un peligro si hablan de lo que saben, pero nadie señala de qué se trata.
El Topo es un ser omnipresente
Pocos conocen sus rasgos físicos, pero saben que trabaja con más de mil personas, que pueden estar en cualquier parte. Al final, Tumeremo tiene apenas de 30 mil habitantes. La mayoría ha acudido al menos una vez a una mina a rebuscarse.
Calles
Tumeremo no es el pueblo más pequeño de Venezuela, pero tampoco el más grande. La columna vertebral del asentamiento es la Troncal 10 que va desde la entrada del pueblo hasta la salida, casi que en línea recta.
De ahí salen las vértebras en forma horizontal
Casi nueve cuadras de calles bien formadas de negocios modestos y con casas humildes de techos viejos.
Lo que rodea a Tumeremo son las "zonas candelas", El Frío, Caratica, son parte de los barrios o zonas todavía más humildes en las que se concentra la mayor cantidad de mafias. Se sabe que es un barrio porque sus calles son accidentadas, no hay asfaltado y la pobreza se ve, se huele.
Un colegio grande, un hospital pequeño, una comandancia de la GNB y muchos locales con el cartel "Se compra oro".
"Todo esto es dominado por El Topo, directa o indirectamente. Estamos protestando por lo que hizo El Topo y hasta las escuelas están cerradas", dice Juan Castro quien solo ha escuchado hablar del delincuente, pero sí conoce a sus secuaces.
El Topo se toma su negocio tan en serio que hasta una administradora tiene. Su casa fue allanada la noche del pasado jueves.
Se llama Rosa Gil y al parecer le lleva las cuentas a este delincuente, que hace de la minería su emporio. Inclusive, el Sebin emitió una orden de captura para una mujer que buscan en todao Bolívar.
2016-03-13