En la sociedad actual, dormir bien se ha convertido en un lujo. Las presiones laborales, el uso constante de pantallas, la falta de rutinas regulares y los altos niveles de estrés han alterado nuestro reloj biológico, generando insomnio, despertares nocturnos o un descanso poco reparador.
Aunque solemos buscar soluciones rápidas en suplementos o fármacos, la raíz del problema muchas veces está en nuestro estilo de vida. La falta de movimiento y el exceso de tensión acumulada durante el día impiden que el cuerpo “desactive” sus sistemas de alerta, dificultando la conciliación del sueño.
Aquí es donde el ejercicio surge como un poderoso aliado natural: no sólo mejora la salud física, sino que también optimiza los procesos neuroquímicos que regulan el descanso.
Ejercicio: terapia natural para un sueño de calidad
El sueño profundo y restaurador no depende únicamente del cansancio, sino de un equilibrio interno que el ejercicio ayuda a alcanzar. Según el neurólogo clínico y especialista en medicina del sueño Dr. Claudio Cárdenas, la actividad física actúa como un regulador neuroquímico que reduce el estrés, estabiliza el estado de ánimo y facilita la relajación muscular.
Durante el entrenamiento, el cuerpo libera endorfinas, hormonas que contrarrestan los efectos del cortisol, la llamada “hormona del estrés”, la cual suele mantenernos en un estado de alerta incompatible con el descanso.
El especialista explica que, tras ejercitarnos, se produce una “fase de relajación” natural en el organismo: los músculos se destensan y la temperatura corporal desciende, condiciones ideales para que el cuerpo entre en el sueño profundo. Además, la práctica regular del ejercicio fortalece nuestro reloj biológico, sincronizando los ciclos de sueño y vigilia.
Para aprovechar al máximo estos beneficios, el Dr. Cárdenas recomienda adaptar los horarios de entrenamiento a nuestro cronotipo. Las personas matutinas deberían ejercitarse temprano, mientras que las más nocturnas logran mejores resultados entrenando al final de la tarde. Eso sí, se debe evitar el ejercicio intenso justo antes de dormir, ya que eleva la temperatura corporal y puede retrasar el sueño.
El efecto del ejercicio es tangible: mejora la profundidad del descanso, reduce los despertares nocturnos y aumenta la eficiencia del sueño. Combinado con buenos hábitos, el movimiento se convierte en una terapia natural y completa para recuperar la calidad del descanso y despertar con verdadera energía.
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