La inteligencia se considera la capacidad que tiene una persona para comprender, razonar, aprender y adaptarse a nuevas situaciones. No se limita solo al conocimiento académico, sino que abarca diferentes habilidades como la resolución de problemas, la creatividad, la memoria, la empatía y la capacidad de comunicación.
Tradicionalmente, se medía a través del coeficiente intelectual (CI), pero hoy se reconoce que existen múltiples tipos de inteligencia, como la emocional, la social, la musical o la corporal. La inteligencia implica también saber utilizar la información de manera eficaz para alcanzar objetivos y tomar decisiones adecuadas.
Además, está influida tanto por factores genéticos como por el entorno, la educación y las experiencias personales.
Rasgo necesario para la inteligencia
Joseph Jebelli es un neurocientífico y autor especializado en salud mental.
El sugiere que el marcador real de las personas muy inteligentes no es tanto un alto valor en el test de CI, sino más bien la capacidad de saber cuándo parar, desconectar y dejar que la mente descanse.
Explica que cuando el cerebro no está concentrado en una tarea concreta, sigue trabajando en segundo plano: conecta ideas, reorganiza información y genera nuevas asociaciones. Estos periodos de calma o soledad sirven como “laboratorio mental” donde pueden surgir buenas ideas.
Jebelli menciona ejemplos como Bill Gates, quien cada año se retiraba unos días a una cabaña para pensar sin interrupciones, y Leonardo da Vinci, que también empleaba tiempo en observación y silencio para crear.
La clave, según él, es incorporar en la vida cotidiana pequeños momentos de pausa: caminar sin prisa, meditar, escribir, elegir bien con quién compartir tu tiempo, o simplemente dejar que la mente divague. Estos momentos favorecen la creatividad y la claridad mental.
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