Alejandro Hidalgo desde pequeño sentía una emoción enorme cada vez que descubría las historias que se tejían en la pantalla grande. Consumió cintas de terror y de diversos géneros, incluso, desde los 10 años frecuentaba el cine Altamira, en Caracas, al menos una vez por semana. Su pasión se agudizó con el tiempo, era un apasionado de “He man”, “Thundercat” y “Las tortugas ninjas”, incluso, se quiso cambiar su nombre a Donatello.
Alejandro Hidalgo mucho más que cine
Cuando era tan solo un niño se sintió atraído por las historias que veía en la pantalla grande, de grande, logró materializar el sueño de convertirse en director de películas
Cuando le preguntaban qué deseaba ser de grande, con firmeza respondía: “Astronauta o director de cine”. Uno de esos sueños lo cumplió. Hoy presenta su segunda obra, “El exorcismo de Dios”, en distintas ciudades del mundo y se emociona porque en el 2022 podrá traerla a Venezuela, su país, con el apoyo de Cines Unidos.
“Las películas me atraparon y me atrajeron al universo de narrar historias. En la adolescencia me gustaba mucho jugar los juegos de rol, “Calabozos y dragones”, donde había un narrador y varios jugadores interpretando los personajes a los que se hacían referencia. Tenía varias historias en las que funcionaba como narrador y mis jugadores se emocionaban y conmovían con mis historias. Ese fue mi primer acercamiento al cine”, destaca.
El también creador de “La casa del fin de los tiempos”, la película venezolana de suspenso más taquillera en la historia del país, al cumplir 17 años tuvo conexión con literatura fantástica y comenzó a escribir sus primeras historias. Luego estudió guion, empezó a consumir cine clásico y contemporáneo y pasó a sumergirse en los distintos géneros.
En la actualidad, además de promocionar su más reciente producción, también está participando como director en una película producida por Richard Saperstein y escrita por Paul Boardman. Además, forma parte de “Tayos”, una cinta que se filmará en Ecuador. Alejandro se mantiene avanzando en el desarrollo del remake de “La casa del fin de los tiempos”, que posiblemente sea su próximo rodaje.
Su ópera prima le valió reconocimientos nacionales e internacionales. Pero ahora, que recién estrenó su segundo proyecto, continuó poniendo en práctica lo aprendido. “Ahora me valoro, me abrazo y aplaudo mis triunfos. Descubrí la importancia de aprender de ellos y también de los fracasos, de las debilidades que pueda tener escribiendo un guion o haciendo una película. Deseo encontrar la mejor versión de mí, tanto personal como profesionalmente hablando. He aprendido a tener mucho rigor y muchísima paciencia”.
Confiesa que hacer cine es un proceso complicado, que va desde elaborar un guion y hacer una estructura dramática sólida hasta levantar unos fondos para lograrla. Para Alejandro la caída de algunos proyectos ha generado dolores emocionales muy fuertes, pero al mismo tiempo le han brindado el impulso para seguir adelante y continuar creyendo en él. “Por todo eso me siento muy orgulloso de concretar mi segunda película y de los proyectos que siguen avanzando, que desde ahora ya los estoy haciendo realidad”.
El comienzo de su segunda obra
“El exorcismo de Dios” se logró consolidar en los últimos cinco años, aunque la idea nació mucho antes, cuando recién finalizaron las grabaciones de “La casa del fin de los tiempos”. Es un homenaje a “El exorcista”, aquella cinta estadounidense de terror estrenada en 1973. Esta nueva obra está protagonizada por un sacerdote, que tiene el poder, la autoridad y la fe para hacer un exorcismo y expulsar a un demonio.
La posesión en “El exorcismo de Dios” es una metáfora de cómo los seres humanos se dejan dominar por sus instintos más bajos y por la inconsciencia, ocasionando daño a los demás a través del pecado y desconectándolos de los seres de luz que realmente son.
La primera presentación de la película se produjo en el Fantastic Fest, en Austin, donde las ovaciones se hicieron presente. Los asistentes se aterraron durante la proyección y la gente logró conectarse de manera tan profunda con la historia, que al terminar de verla, tenían múltiples interrogantes para el equipo que la realizó.
“Hice esta cinta, sobre todo, para ofrecer horror y entretenimiento. Es un espectáculo de puro terror, pero también hay una historia con un mayor nivel de profundidad. Creo que la trama es muy divertida, lo pude ver en las reacciones del público y en muchos comentarios. Me siento muy contento con el resultado”, manifiesta.
En esta producción, su director arrastra al protagonista principal a su máximo nivel de expresión, en medio de un gran dilema que no quiso revelar porque estaría contando la historia. “Él tiene que tomar una decisión y eso conlleva un enorme sacrificio (…) que revela su verdadera naturaleza humana. Me gusta ver cómo la gente reacciona a esta situación, porque está puesta sobre un lugar de ambigüedad donde es difícil discernir si la decisión final fue buena o mala”.
Aunque este proyecto habla de posesiones demoníacas, Alejandro dejó de creer en ellas desde hace mucho tiempo. Desde su punto de vista, solo la mente humana puede crear algo tan aterrador como un demonio. Pero asegura que lo interesante del cine es que “cuando uno construye un universo, la ficción se convierte en nuestra realidad y es cuando el miedo empieza a tomar forma”.
Recuerda que, por ser una producción comercial y de mucho terror, el rodaje fue difícil de realizar porque no había escenas sencillas. La grabación de la película se realizó en 45 días, siendo los primeros los más agotadores debido a que tenían llamados en la noche y terminaban exhaustos.
Alejandro destaca que durante una escena todos llorando de risa, porque el personaje poseído le lanzaba cosas al sacerdote a través de su poder telequinético, para lo que el equipo de producción había realizado catapultas, que no funcionaron muy bien porque dirigían todos los objetos a un solo lugar. Así que el equipo comenzó a tirar cosas por todos lados, pensando que sería un desastre, y terminó viéndose muy bien en cámara.
Un casting impecable
Para seleccionar a los talentos que le darían vida a cada uno de los personajes, se tocaron muchas puertas. Pero fue Bárbara Muschietti, productora de It, quien le recomendó a Will Beinbrink. “Me habló maravillas de él, así que hicimos una audición, lo que me permitió conectar inmediatamente con su sensibilidad de artista. Entendió muy bien el personaje, encajaba perfectamente en el perfil físico, así que lo invitamos a participar”, resalta.
Joseph Marcell (conocido por su participación en El príncipe del rap) fue una recomendación directa de su manager, Marcos Louis. El resto del talento está conformado por actrices venezolanas y mexicanas, todas reconocidas por su trayectoria y nivel profesional, que fueron designadas sin hacer castings o algo parecido.
“A excepción de María Gabriela Faría, con quien había tenido conversaciones, pero al final le pedí que hiciera una audición en la que compitió contra un montón de actrices, y me dejó muy claro por qué está en dónde está. Tiene un talento monstruoso y crea su personaje desde unos cimientos de honestidad increíbles”, destaca.
Corría el 2010 cuando las películas hechas en casa conquistaban los hogares venezolanos y ganaban premios internacionales. “Hora cero”, “Hermano”, “Pelo malo”, “Azul y no tan rosa”, “Desde allá”, “La distancia más larga”, entre otras, hacían ver la calidad de producciones que se realizaban en el país y parecían darle paso a la época dorada del cine nacional. Pero luego la industria sufrió una gran pausa.
“Me duele mucho decir esto, pero el cine venezolano es muy poco conocido en el mundo. Me gustaría que fuese más conocido, por eso quiero formar parte de esa labor ardua de mostrar nuestro talento, por eso en mi película involucré a tantos venezolanos (director de fotografía, compositores, editores, actores)”, manifiesta.
El creador lamenta lo que está viviendo actualmente la industria cinematográfica en Venezuela, sobre todo por la situación en la que “el régimen afectó al país de manera económica, social y culturalmente. Considerando que veníamos de una época dorada que traía un impulso enorme, pero esa ola muy alta fue decapitada por la situación del país”.
Alejandro asevera que aunque la industria venezolana no está tan consolidada a nivel internacional, se cuenta con el potencial para lograrlo. “Solo tenemos que buscar las formas de abrirnos caminos y ahorita habemos cineastas adentro y afuera del país, que tenemos que seguir viendo entre las posibilidades cómo seguir haciendo cine para que esa industria siga creciendo”.
Por Wanda López Agostini
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