Con esta actitud y dolor, inconscientemente podrían estar excluyendo al hombre en la vida de los hijos. “Algunas madres suelen repetir el patrón de su sistema y traspasan sus heridas”, comenta Walter Torres, con estudios en niño y adolescente interno.
Hay heridas profundas. La ausencia paterna suele impactar el modo como los seres humanos establecen sus relaciones en cualquier ámbito. Hay ausencias por distintas razones: porque papá no pudo quedarse, porque no tuvo disponibilidad para prestar atención a sus hijos aunque viviera en la misma casa. Este último, referido a los casos en los que los hijos sintieron que papá estaba con la cabeza en otro lado, en el trabajo, por ejemplo.
Este vínculo está interrumpido, y la persona probablemente tratará de compensar esta falta de la pareja.
Hay mujeres tan heridas con el hombre, que suelen atraer a compañeros igualmente heridos. Andarán dispuestas a abandonar la relación ante cualquier falla, porque tienen miedo a ser heridas nuevamente. También existen mujeres dispuestas a demostrar que son víctimas, y en su gran dolor se vuelven victimarias.
No estamos diciendo con todo esto que, en la enseñanza de reconciliarte con la esencia masculina de tu historia, avales conductas tóxicas o maltratos hacia ti. Hay relaciones que no pueden continuar, porque ambos están en el irrespeto; y, por el bienestar mental de cada integrante y de los hijos, es mejor la separación. Pero, cuando te separas, no estás cambiando la historia de tus hijos. No es que ahora tu exmarido es el expadre de tus hijos.
Ese ser que por alguna razón atrajiste y elegiste es el padre de tus hijos, y aunque no quisieras que lo fuera, sí lo es. Cuando lo niegas, niegas una parte de tus hijos, porque ellos no estarían en este plano si no fuera también por ese hombre. Cuando comprendes esto desde el corazón, aunque el padre de tus hijos continúe con sus conductas, su ser percibirá el cambio en ti, y tarde o temprano eso generará un cambio de percepción en tus hijos.
Si hay que dejar ir a ese padre, se podrá hacer, pero ya no desde la rabia. Cuando hay rabia, entonces podría estar llevando esa energía a la sangre. Los hijos llevan la sangre del padre y, cada vez que lo odian, se odian a sí mismos. Fomentar el amor por la historia que te trajo hasta aquí, genera paz y firmeza. De lo contrario, la exclusión se perpetúa de generación en generación. Es bueno aclarar que muchas mujeres, para ser leales a su tradición familiar, excluyen a los hombres de su vida, honrando desde el “amor ciego” a las mujeres de su historia que criaron solas.
Es tanto el dolor, que aunque el hombre esté disponible para ellas, no pueden verlo. Y tratarán de sacarlos para ser leales inconscientemente a su historia. Se sienten en culpa por hacerlo diferente.
Anaiz Quevedo, licenciada en Comunicación Social con un postgrado en Dinámica de Grupos, mención Intervención Psicosocial, comenta: “Tengo un caso en el consultorio, el cual atiendo junto a mi esposo, Walter Torres. Esta mujer tiene un único hijo. Su esposo está allí disponible, trabajador, bondadoso, amable. Pero ella está muy molesta con su padre, con su abuelo, y con todos los hombres de su sistema. Por más que su rabia sale en sus palabras, su esposo está allí para ella. Esta mujer no sabe qué hacer con esta situación, y lo excluye para que él desista y la deje sola. Pero no sucede, y esto le genera mayor frustración”.
Si ella no sana estas heridas, y desde su alma honra a las mujeres de su historia pidiéndoles la bendición para ser feliz en pareja, soltando la necesidad de salvarlas a todas, ella tarde o temprano abandonará al hombre, o lo hartará de tal manera que se cumpla su profecía: “él me abandonó, igual que todos”.
Toda esta reflexión que surge detrás de la fachada “Criando sin papá”, es para desmontar creencias de que esto sucede por responsabilidad de los demás. Asumir la responsabilidad de tu morral de experiencias, percepciones y heridas, hará que tu vida dé un giro, y tus hijos serán los mayores beneficiados con tu cambio de actitud.