Para muchos baristas y amantes del café, añadir azúcar al café es visto como una práctica que puede restarle calidad a la experiencia de disfrutar esta bebida. La razón principal es que el azúcar puede enmascarar los sabores naturales y las sutilezas que caracterizan a un buen café.
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Según los expertos, un café bien preparado, a partir de granos de alta calidad y con un tostado adecuado, ofrece un perfil de sabor complejo que incluye notas frutales, florales, achocolatadas o especiadas. Añadir azúcar puede opacar estas notas y uniformar el sabor, eliminando lo que hace único a cada café.
Los baristas también señalan que muchas veces el deseo de agregar azúcar surge porque el café que se consume es amargo o de mala calidad. Esto suele suceder cuando los granos están sobre-tostados, quemados o cuando la extracción no se hace correctamente, lo que genera sabores ásperos y desequilibrados. En cambio, un café bien preparado no debería requerir edulcorantes, ya que su acidez, dulzura natural y cuerpo bien balanceados son agradables por sí mismos.
Otro argumento común es que el azúcar puede interferir con la percepción sensorial y el aprendizaje del paladar. Al acostumbrarse a beber café sin azúcar, las personas comienzan a reconocer las diferencias entre orígenes, métodos de preparación y perfiles de tostado. Este proceso es clave para apreciar la diversidad del café y para fomentar un consumo más consciente y apreciativo.
También, algunos baristas destacan que añadir azúcar puede ir en contra de la sostenibilidad y el esfuerzo detrás de cada taza de café. Los agricultores trabajan arduamente para cultivar granos excepcionales y los tostadores se esmeran en resaltar las mejores características de cada origen. En este sentido, prescindir del azúcar es una forma de respetar y valorar el trabajo que hay detrás del café.
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