El ventilador es un aliado común durante los días calurosos. Su funcionamiento es sencillo: no enfría el aire como un aire acondicionado, pero genera una corriente de aire que ayuda a evaporar el sudor del cuerpo, creando una sensación de frescura.
Es una opción económica y de bajo consumo eléctrico, ideal para quienes buscan aliviar el calor sin aumentar mucho su gasto energético. Se puede usar en interiores con ventanas abiertas para mejorar la circulación del aire o junto a una botella congelada para potenciar su efecto.
Sin embargo, su uso prolongado y directo puede causar molestias, como sequedad en los ojos o resfriados, especialmente al dormir. Por eso, es recomendable dirigir el flujo de aire hacia el techo o las paredes.
¿Ventana abierta o cerrada?
Usar un ventilador con la ventana abierta o cerrada depende de varios factores, como la temperatura exterior, la humedad y la circulación del aire en el espacio. En general, si la temperatura exterior es más baja que la interior, es más eficiente abrir la ventana. Esto permite que el ventilador ayude a extraer el aire caliente del interior y a introducir aire más fresco.
Según el Departamento de Energía de EE. UU., los ventiladores funcionan mejor en espacios bien ventilados y pueden ser más efectivos cuando se utilizan junto con la entrada de aire fresco del exterior.
En cambio, si la temperatura exterior es más alta o si el aire está muy húmedo o contaminado, es preferible mantener las ventanas cerradas. En estas condiciones, el ventilador solo recircula el aire interior, lo que puede ayudar a sentir una sensación de frescor al aumentar la evaporación del sudor, pero no enfría el ambiente.
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