Un menú debe ser equilibrado y completo, con variedad de sabores, colores, aromas y texturas, pero que a su vez combinen. Un buen menú debe estimular todos los sentidos de diferente manera. Generalmente, lo primero que se elige es el plato principal, y en función de él, la entrada y el postre.
Recomendaciones
Los sabores más suaves se sirven primero, y los más fuertes después, para ir adaptando el paladar y no enmascarar sabores. Por eso, por ejemplo, los caldos, sopas y pescados van antes que las carnes. O en el caso de elegir dos carnes primero se servirán las blancas y después las rojas. Lo mismo pasa con los vinos, que se sirven primero los más jóvenes y luego los de más cuerpo.
Es importante saber cuántos invitados serán. Un consejo para no errar, es calcular cantidades para al menos dos invitados más de los previstos. Otra manera es calcular que viene uno más por cada cuatro comensales. Para los más obsesivos, se puede contar con “planes B” u opciones “de reserva” para cubrir cualquier imprevisto.
No innovar ni probar nuevas recetas, a menos que los comensales sean realmente de confianza.
Es importante elegir recetas que puedan servirse fácilmente, sin demasiadas exigencias de última hora. Para estar más tranquilo y poder compartir la llegada de los invitados, hay que descartar platos que sólo pueden hacerse prácticamente en el momento.
No deben repetirse ingredientes principales en dos platos. No deben elegirse dos platos con el mismo tipo de preparación o la misma salsa. Por ejemplo, dos platos fritos, o dos platos con salsa de la misma base.
Es importante resaltar con el postre, que debe ser espectacular, para sorprender a los invitados.
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