¿Conoces a alguien que le tiene miedo a las agujas? Este temor tan común en niños y hasta en adultos se llama belonefobia.
La belonefobia forma parte de un tipo de fobia más global que se llama aicnofobia o tripofobia, y hace referencia al miedo a los objetos punzantes o afilados de todo tipo, que pueden pinchar o taladrar.
Miedo a las agujas
Esta fobia puede surgir como una reacción a una experiencia de dolor en el pasado.
Pero también existe un componente biológico que causa que algunas personas reaccionen de forma fuerte a la idea de someterse a procedimientos que incluyan agujas.
En la actualidad, esta fobia ha quedado en evidencia en el proceso en la cual la población mundial ha tenido que vacunarse para protegerse y frenar la pandemia por Covid-19.
Síntomas
– Físicos: sudores fríos, temblores, sensación de falta de aire, mareo, sudoración, taquicardia, desmayo.
– Cognitivo: interpretación de síntomas somáticos como peligrosos, pensamientos irracionales, confusión, falta de concentración.
– Conductual: conducta de evitación y escape.
Además provoca: disminución de la circulación sanguínea, disminución de la frecuencia cardíaca y dilatación de los vasos sanguíneos, hasta el desmayo.
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Trátala
Pensando en el bienestar de quien lo padece y quienes le rodean, debe tratarse esta fobia para evitar que se convierta en algo potencialmente dañino y atente contra la salud.
Pues quien le teme a las agujas evitará vacunarse y realizarse exámenes de sangre, por ejemplo.
Es importante que la persona aprenda a manejar la ansiedad, reentrene su cerebro y aprenda a asociar las agujas con estímulos neutros.
Expertos indican que se debe entrenar el miedo en la imaginación; es decir, imagina situaciones temidas mientras practicas técnicas de respiración hasta reducir la ansiedad.
Una idea es ir aumentando en intensidad, empieza por miedos menos potentes como estar en la sala de espera, y aumenta hasta el momento más temido, cuando notas el frío de la aguja en la piel.
Enriquece las técnicas de imaginación con otros estímulos sensoriales, por ejemplo, olor a alcohol, o presión de una goma alrededor del brazo.
También puede funcionar exponerse al miedo de manera progresiva. Una vez hayas trabajado el miedo en tu imaginación y ya no te resulte amenazante, empieza a practicar situaciones “en vivo”. Una buena idea es estar en una sala de espera real o acompañar a alguien a donar sangre.
Finalmente, si el miedo resulta incontrolable, y los métodos anteriores no funcionan, se recomienda una consulta a un psicoterapeuta.
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2022-02-10
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