Caminar es una de las actividades físicas más simples y beneficiosas para la salud. No solo ayuda a mantener un peso saludable, mejorar la circulación y fortalecer el corazón, sino que también favorece la salud mental, al reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo.
Sin embargo, no basta con caminar; hacerlo con una postura erguida es esencial para maximizar sus beneficios. Caminar erguido implica alinear correctamente la columna, mantener la cabeza recta y los hombros relajados. Esta postura mejora la respiración, previene dolores musculares y reduce el riesgo de lesiones en la espalda y el cuello.
También, proyecta una imagen de confianza y seguridad personal. Una buena postura al caminar favorece el equilibrio y la coordinación, lo cual es especialmente importante a medida que envejecemos.
Caminar viendo hacia abajo
Caminar mirando al piso puede reflejar diversos estados emocionales y psicológicos, según los psicólogos. Este comportamiento es frecuentemente asociado con la baja autoestima, la inseguridad o estados depresivos.
De acuerdo con la psicóloga clínica Silvia Congost, “la postura corporal es una manifestación directa del mundo interior de una persona”. Mirar constantemente al suelo puede indicar falta de confianza en uno mismo o miedo al entorno, especialmente en contextos sociales.
Por su parte, la psicóloga social Amy Cuddy, investigadora de la Universidad de Harvard, señala que el lenguaje corporal afecta tanto cómo nos ven los demás como cómo nos sentimos con nosotros mismos. En su libro El poder de la presencia (2015), Cuddy explica que una postura encorvada y la mirada baja disminuyen los niveles de testosterona (asociada a la confianza) y aumentan el cortisol (asociado al estrés), generando un círculo vicioso de inseguridad.
Además, caminar mirando al suelo puede ser un mecanismo inconsciente de evitación. Según Albert Bandura, en su teoría del aprendizaje social, evitamos el contacto visual cuando anticipamos juicios o queremos pasar desapercibidos (Bandura, Social Learning Theory, 1977). Esto se observa comúnmente en personas con ansiedad social.
No obstante, también puede ser una costumbre sin implicaciones patológicas, especialmente en personas introvertidas o en situaciones de cansancio emocional.
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