BBC
Hay aparatos rastreadores de todas las formas y tamaños en la feria CES de Las Vegas este año, algunos están pensados para los niños, otros para los ancianos y otros para las mascotas.
Pero ¿deberíamos usar dispositivos rastreadores para las personas?
"Un padre nunca debería depender únicamente de un dispositivo. Eso sólo daría una falsa sensación de seguridad", le dijo hace unos meses a la BBC Peter Bradley, director de servicios de la organización caritativa Kidspace.
Hablaba en relación al lanzamiento de Kizon, de la compañía LG, un rastreador para niños.
"Hay puntos éticos que considerar. Cómo va un niño a desarrollar sus propios mecanismos de defensa sabiendo que los padres están vigilándolo?", se preguntó.
Y los padres ancianos también pueden tener objecciones a que sus hijos adultos quieran rastrear todos sus movimientos, incluso conociendo su bienintencionada motivación de que es por seguridad.
Rastreando lo activo y lo pasivo
La empresa emergente Lert.ly, fundada por John McKinley, exhibe en el CES su sistema de monitoreo dirigido a los mayores de 60 años.
Ofrece sensores de movimiento y sensores en las puertas, además de distintas alarmas que las personas mayores pueden llevar puestas.
El sistema envía información desde dentro del hogar por wifi.
Los sensores registran lo que llaman movimiento "activo y pasivo", según dijo McKinley.
Así que el sistema podría avisar, por ejemplo con una alarma, no sólo cuando una persona no se ha movido durante un determinado periodo de tiempo, sino también si parece estar yendo con mucha frecuencia al baño, lo cual podría ser un indicativo de una infección urinaria, según explicó el fundador.
¿Pero no sería esto una gigantesca invasión de la privacidad de las personas?
"La industria realmente quiere que esto despegue, pero falta saber si los niños y los ancianos verdaderamente quieren ser monitoreados", dijo Michael Gorman, editor jefe del sitio web de tecnología Engadget.
"Parece un poco perverso, pero en términos generales hay un mercado para eso".
Dilemas morales
La propia industria parece dividida en torno al tema.
Jeremy Fish dijo que su compañía, TrackR, recomendó no utilizar sus dispositivos para rastrear personas, entre otros, por motivos éticos.
Al contrario, se centró en su uso para mascotas y objetos inanimados, como monederos y llaves, que también tienen el hábito de desaparecer.
El aparato, que cuesta US$29 y tiene una batería que dura hasta un año, depende de lo que se conoce como "crowd GPS", un sistema que depende de las señales enviadas desde aplicaciones rastreadoras ubicadas en dispositivos electrónicos cercanos.
Por su parte, Mikael Karlsson, de la compañía sueca Trax, dijo: "La cuestión surge en ciertos países. Los estadounidenses nunca preguntan por temas éticos".
"Lo más importante, si quieres usar un rastreador, es explicar por qué los estás usando".
"Tenemos que hablar sobre ello. Le puedes decir a los niños: ‘Esto te da más libertad, porque si puedo ver dónde estás me siento seguro'".
"Vendiendo miedo"
El fundador de la empresa Child Angel, Andrew Purcell, empezó a investigar la tecnología de los rastreadores para niños después de perder momentáneamente a sus hijos en un centro comercial.
"Sólo fue unos segundos, pero se me paró el corazón. Fue horrible", dijo.
Y se pasó tres años desarrollando una posible solución: el brazalete Child Angel.
En el camino, recibió un buen consejo de un competidor.
"Me dijo: ‘asegúrate de tener una buena batería y una buena señal'".
Cuenta Purcell que también hizo una investigación de mercado entre familias que visitaron un parque de atracciones británico y obtuvo una respuesta "fenomenal" ante la idea.
"Más del 80% de los padres dijo que lo alquilaría por un día", dijo.
La pulsera Child Angel es bastante voluminosa, sobre todo en la muñeca de un niño de tres años, la edad del usuario más joven que contemplan.
Pero la batería dura 48 horas y puede enviar señales por GPS, GSM o wifi.
Si el niño tira de la correa el padre recibe una alerta en su teléfono celular.
El brazalete, que vale US$190, contiene una tarjeta SIM micro, que tiene un costo adicional de 25 céntimos al día.
"También estamos considerando el mercado de los ancianos. Estamos trabajando en productos para los mayores y las mascotas", dijo Purcell.
Una valla virtual
Mikael Karlsson, de la sueca Trax, decidió desde el principio no adoptar el diseño convencional de la pulsera.
En su lugar optó por una pequeña tableta rectangular, y la lanzó al mercado tanto para niños como para mascotas.
"Pensé que una pulsera nunca iba a funcionar bien para un niño", dijo.
Su sistema Track cuesta US$249 y la batería dura "entre uno y dos días".
Una función única de su producto es la "valla de proximidad", que le permite a los usuarios dibujar un círculo alrededor de sus casas o de sí mismos y recibir notificaciones cuando la mascota o el niño entra o sale de la zona delimitada.
Karlsson es es un entusiasta en cuanto al uso de su producto.
"Algunos de nuestros competidores venden miedo, y eso no es lo que vendemos nosotros", dijo.
"Todo lo que se puede rastrear hoy va a ser rastreado. Eso no se puede parar, la pregunta es ¿cómo lo haces?", concluyó.
2015-01-10