Ya parece un cliché, mantra y hasta lugar común. Pero, más allá de lo anecdótico, sí hay bases científicas para sentenciar lo traumático que ha sido la pandemia de coronavirus para el ser humano, en especial los más jóvenes, como los adolescentes venezolanos.
Las secuelas de la COVID-19 no se aprecian tanto en problemas de “salud física” para esos criollos cuya edad se ubica entre los 10 y 25 años, como sí en traumas diversos para su bienestar emocional.
Ricardo Montiel, pediatra especialista en medicina del adolescente, hace un diagnóstico descarnado de las consecuencias de varios años de “encerrona”, debido a ese virus puso al mundo de cabeza.
El análisis de Montiel se centra en los llamados “centennials”, un grupo de personas que están en el proceso de crecer, de aprender y de hacer la transición del niño al adulto; un recorrido nada fácil, sin duda.
Ahora bien, acota que se trata una etapa natural, no patológica, ni nada por el estilo. Es un momento de emociones con cierto nivel de dificultad.
El cerebro comienza en ese momento una serie de transformaciones que antes no estaban presentes.
Lo preocupante para la comunidad científica estalla en otro ámbito.
La realidad trastocada de los adolescentes
Ricardo Montiel revela que la información que se tiene vía estadísticas de la adolescente tras la pandemia es que se han triplicado los casos de enfermedades mentales o problemas de trastornos emocionales.
“Estamos hablando de muchos más casos de depresión, trastornos de ansiedad, y hasta de suicidios en los adolescentes. También registramos muchas más situaciones de bullying de acoso y maltrato”, sentencia el especialista.
El consumo de ciertas sustancias estimulantes y drogas ilegales complementan el pernicioso menú de una receta letal.
“Sin duda, estamos en presencia de un grupo de personas que no les ha ido muy bien después de la pandemia”, agregó Montiel.
El galeno describe que por la pandemia, los adolescentes se expusieron sobremanera a lo que sería el mundo digital y con ello todos los riesgos que eso representa.
“Se expusieron más fácilmente pornografía que ya sabíamos que estaba metida en el caldo de cultivo de las redes, pero ahora lo hicimos prácticamente 24/7”, explica.
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El consumo indiscriminado de información
Ricardo Montiel señala que el aumento de la navegación en el mundo de la pornografía es apenas la punta del iceberg, y quizás lo más visible, de este alocado “metaverso”.
El pediatra alerta sobre el incremento del consumo de cualquier tipo de información que pudiera de alguna manera ser tomada de forma no adecuada para la adolescente.
“Estamos hablando de ‘fake news’, de datos que el muchacho no puede corroborar, porque no tiene formación o herramientas para hacer discernimiento adecuado de las mismas”, indica Montiel.
Los muchachos que caen en la maraña de la desinformación pueden derivar en una serie de conductas de extrema violencia y de odio contra otras personas hasta y hasta con ellos mismos.
“El adolescente pospandemia está sometido a un contexto y unas circunstancias muy duras; sin duda”, alertó.
Un catalizador del aislamiento
El diagnóstico de Ricardo Montiel genera otras interrogantes, como por ejemplo, ¿qué “culpa” tiene el coronavirus en todo esto?
La respuesta del médico apunta a valorar la pandemia como un “catalizador” que facilitó un proceso de aislamiento muy prolongado por la amenaza de una “infección invisible, pero frente a la cual el adolescente no sentía amenazado.
Es la época de la teleeducación, con todo el “ensayo y error” que supuso, las anomalías diversas en el proceso en ese mismo contexto aislado y de encerrona hogareña.
“Durante la cuarentena, muchos muchachos llegaron a la pubertad, con sus cambios anatómicos, en los órganos sexuales y también con las transformaciones emocionales que son muy fuertes”, describe.
Los adolescentes venezolanos se desarrollaron aislados, sin los referentes de sus iguales, compartiendo un cuarto con otro familiar, sin la necesaria socialización e interacción humana de la escuela.
“En los años 70 y 80, los chamos se ‘aislaban’ con la televisión. Pero, no era todo el día. En la mañana o en la tarde iban a la escuela y compartían con sus amigos y docentes. En la pandemia el aislamiento fue radical”, aclara Montiel.
Los adolescentes, ¿generación de "cristal"?
Ricardo Montiel es reacio a usar el término “generación de cristal” para el adolescente venezolano de hoy.
Insiste en que estos muchachos no han vivido precisamente en el paraíso terrenal en los últimos tiempos.
“Antes de caer en la encerrona de la pandemia teníamos muchos problemas graves en Venezuela: apagones, crisis económica, hiperinflación, delincuencia y una diáspora de millones y millones de compatriotas por el mundo”, recuerda.
La migración juega aquí un papel clave para los adolescentes venezolanos, debido a las ausencias y separaciones. Muchos padres los dejaron aquí, con la esperanza de “pedirlos” y llevárselos al nuevo destino; idea que no siempre pudo concretarse.
La pubertad y todos esos cambios los sorprendió solos o junto a algunos familiares (por lo general los abuelos) con escasa preparación para lidiar con estos retos.
“Y a todo lo anterior le sumas entonces: ‘llegó el coronavirus y debes encerrarte a juro en tu casa’. No es algo digerible tan fácilmente”, argumenta.
El diagnóstico puede ser duro, pero Montiel es optimista. Cree que los padres y representantes tienen todavía una gran oportunidad de abordar y recuperar a sus muchachos.
“Deben entender que son adolescentes, no ‘aborrecentes’ con unas potencialidades enormes. Hay que dejar los clichés y estereotipos y dejar de verlos como la fulana ‘generación de cristal’, de manera peyorativa”, recomienda.
El experto invita a escucharlos, tener empatía con ellos; a tratar de buscar soluciones en conjunto en un clima de permanente comunicación.
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