Marleska Irausquín|[email protected]
“Los Ángeles de la Calle”, así se hacen llamar un grupo de jóvenes que viven en una pasarela cercana al Centro Ciudad Comercial Tamanaco (Ccct), en Chuao. Algunos están ahí por decisión propia, otros por necesidad. Son un grupo de aproximadamente 40 jóvenes, entre 6, 15 y 18 años, los que tienen 20 cuidan a los menores.
Los pequeños cuentan que llegaron a las calles por “un amigo” que estaba en esas condiciones y con el tiempo, se vuelve el único mundo que conocen. Hay niños con problemas de salud y niñas embarazadas. Una de ellas sufre de las amígdalas y no tiene cómo atender su problema, debido a que los hospitales no siempre los pueden ayudar.
Es común entre ellos que las menores de edad queden embarazadas y en algunos casos pierden el hijo por falta de cuidados. Una joven de 18 años cuenta que una vez estuvo dos meses en cinta y una noche abortó “por el frío del piso”. Su novio le dio un jugo y se quedó recostada porque no tenía nada más que hacer, con el tiempo se le pasó el malestar y no vio necesario ir a un hospital.
Las circunstancias en las que viven han provocado que desconfíen de quienes se les acerca. Una señora, a quien le dicen “la madre”, visita el lugar con frecuencia para darles ropa usada, zapatos, comida y a veces los acicalarlos. El domingo pasado acudió a ellos para hacerles cortes de pelo y ayudarlos con lo que necesitaran.
Prefiere la calle que su casa. Nangel es un niño de 13 años que decidió dejar su casa por seguir los pasos de un amigo. Su mamá vive en una casa de escasos recursos y él siempre la visita pero prefiere estar en las calles que vivir con su familia. Lo único que tiene es una camisa blanca y unos short de playa, no tiene zapatos, pero tampoco le preocupa.
Tiene una cicatriz desde la cabeza hasta el cuello, debido a que le dieron una apuñalada en una pelea callejera y tuvo que visitar un hospital para ser atendido. Sin importar este tipo de problemas, Nangel asegura estar mejor en la calle.
Su familia la dejó. Una joven de 18 años de edad, que prefiere no ser identificada, dice que fue abandonada por su familia a los cinco años con un bolso de ropa y sin saber por qué, vive en las calles desde que tiene uso de razón. Ella se sabe su nombre completo porque “la madre” le dijo cómo se llamaba. No está interesada en buscar a su familia porque ellos nunca se preocuparon por ella, asegura. Tampoco se ve importante tener cédula ni ningún otro documento que la identifique como ciudadana.
La higiene involucra bañarse en el río Guaire y cepillarse cuando les regalan pasta de diente. Las mujeres a veces reciben toallas sanitarias. Entre ellos es común tener piojos y sarna. A pesar de todo esto, se preocupan mucho por su aspecto físico. Lucen cortes de cabello modernos y algunos hasta se sacan las cejas.
Los mayores de edad cuidan de los niños como si fueran de su propia familia, ellos aseguran que vigilan que la policía no los lleve detenidos. En algunos casos las personas los quieren agredir y son los mayores que salen a defender a todos.
El Consejo de Protección de Niños y Adolescentes ha tratado de atender a los chamitos de la zona en diferentes ocasiones, pero siguen en viviendo en la pasarela del Ccct porque, según los niños, no se les ofrece una ayuda a sus necesidades. Denuncian que sólo son buscados por la policía, quienes los golpean y los dejan presos por algunos días. Luego son liberados para que vuelvan a las calles.
Aseguran que los funcionarios de seguridad los graban, les toman fotos y siempre que los retienen les dicen que no los quieren ver más en las calles.
Centro comercial colabora. Hace cinco meses los menores frecuentaban el Ccct para pedir comida en la feria y hurgar entre los desperdicios, pero se volvió un problema para los clientes que les desagrada su presencia, por lo las autoridades acordaron darles comida a cambio de que no entren a las instalaciones a pedir.
El trato hasta la fecha se ha mantenido. Los niños han dejado de mendigar en el centro comercial y todos los días reciben comida, fruta y jugo en el almuerzo y una arepa para cenar.
A cada uno le entregan un pote con su nombre. Incluso, a los adultos que no estén en el lugar en ese momento -porque se encuentran detenidos- igual les dejan la comida.
Los vigilantes del centro comercial son obligados a sacar a los niños de las instalaciones, pero ellos aseguran que buscan hacer su trabajo sin perjudicarlos porque todos tienen necesidades y “si están pidiendo en la feria, es porque tienen hambre”.
Fotos: Wladimir Campos
En edificio Cubo Negro permiten que los niños revisen en la basura para conseguir comida, también frecuentan la zona de Altamira y los alrededores del Sambil. A pesar de recibir comida del Ccct, ellos aseguran que “hay que rebuscarse con otras cosa porque no es suficiente”.
2017-07-11