La crisis económica y los bajos salarios han llevado a jóvenes venezolanos a ofrecer contenido porno en plataformas digitales, para procurarse ingresos que no han logrado alcanzar en un trabajo formal.
Los modelos ponen los límites. No darán más de lo que están dispuestos a mostrar. Profesionales y estudiantes por igual tienen seguidores dispuestos a gastar cientos de dólares para que la piel transpire una fantasía que se ve, y no se toca.
Nadie los obligó. No tienen nada que ocultar.
“¿Que si me da miedo? La verdad no. El miedo, al principio, estaba en qué iba a decir la gente que me conoce”, responde sin titubear, del otro lado de la pantalla Carlos Stiven, un odontólogo que encontró un salvavidas a su crisis económica y emocional en Onlyfans.
“Hubo gente que me dejó de hablar”, continúa el joven de 25 años desde su casa en Valencia, donde hizo de su habitación una oficina. A puerta cerrada, vende fantasías con su piel.
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