AVN
El zuliano se caracteriza por ser regionalista, es su sello, pero en realidad lo que más aman, cuidan y veneran, es invisible, sólo los ojos de Dios lo pueden ver. Sí, es su Reina, una virgen con marcadas características indígenas que causa una devoción eterna, hasta para algunos exagerada.
"Dios me bendijo al darme una familia cristiana, católica, para poder regocijarme viendo el rostro de mi China. Siempre digo, mi vida entera le pertenece a la Virgen de Chiquinquirá. Viví por más de 15 años en Puerto La Cruz y en ese tiempo prometí que no habría distancia que pueda separarme de la China y cada 18 de noviembre regresaba por ella. Creo que mi vida es un homenaje a mi Reina", relata Luis Antonio Duque, un Servidor de María con 73 años de edad.
Sus manos están cansadas. Dice que el trabajo como albañil en su etapa productiva dejaron dos grandes huellas: heridas profundas y la devoción mariana.
"Muchas veces uno se acerca a Dios cuando hay desespero y dolor, así me acerqué yo a mi Virgen. En un accidente laboral perdí la vista de un ojo y tenía altos riesgos de perder la visión del otro. Oré y oré. Pasaba horas hablándole y le prometí que no habría ningún poder sobrehumano que me separara de ella un 18 de noviembre pero que salvara mi vista. Sé que ella hizo el milagro", manifiesta.
La China intercede por su pueblo
La consentida de los zulianos cada 18 de noviembre se engalana con millones de flores y de oraciones y la inmensidad de su templo se hace pequeña ante las visitas que en esta fecha se sientan en su casa a conversar. Tal como si se tratase de grandes e inseparables amigos, la China acude a cada uno e intercede según su fe.
"La Chinita es el orgullo de los zulianos. La Santísima Virgen del Rosario de Nuestra Señora de Chiquinquirá es la madre de todos, la que nos cuida, la que en pleno corazón de Maracaibo ve cómo su pueblo día tras días y año tras año la recibe con honores. Le he entregado a la virgen mi vida y mi corazón y estar al lado de ella para mí es realmente una bendición", confiesa el párroco de la Basílica, Eleuterio Cuevas.
Recordó la necesidad de mantener rejuvenecido el amor y el espíritu: "en esta hermosa temporada de fiestas en su honor y del inicio de la época decembrina es necesario que este reencuentro con la Virgen sirva para fortalecer nuestra fe, devolvérsela a quien la hay perdido, e impregnar nuestros corazón de esperanza. El pueblo nunca se olvida de ella, este día recibimos a miles de personas que vienen a adorarla, una hermosa sensación de amor profundo", resaltó.
El amor que profesa el pueblo zuliano hacia su patrona contagia, en especial a los niños, que por lo general se forman en esta región del país con un sentimiento especial hacia ella.
María Paula Briceño, de 9 años de edad, acude todas las semanas al templo. Su cercanía con la Basílica y con una abuela perteneciendo a la sociedad de Servidores de María, han sembrado en ella valores profundos hacia la patrona de los zulianos.
"En la escuela todos los años soy quien da la clase de cómo descubrieron a nuestra Chinita. Les explico que llegó por el lago, en una tablita, y que su imagen aún está guardadita en la Basílica. Cuando voy a misa me gusta sentarme en primera fila y verla, sus ojos pareciera que se movieran hacia donde yo estoy, es como si me buscara. Yo sé que hay muchas vírgenes, y a todas las quiero mucho, pero la Chinita es mi consentida", comenta la pequeña.
Todos los 18 de noviembre asiste al templo con vestimenta guajira, tal y como lo hacen muchas de las niñas que asisten a la ceremonia como un homenaje a la patrona.
"Tengo nueve vestidos de guajirita que me han hecho todos los años para venir a visitarla. Cuando sea grande, y algún día llegue a tener hijas, se las voy a colocar porque significan mucho para mi. Me gusta pensar que ella está observándome y que, en medio de tanta gente, se fija que yo también fui a verla", cuenta.
Gloria a ti, Casta Señora, de mi pueblo bravo y fuerte, que en la vida y en la muerte ama y lucha, canta y ora. Así, con su himno de fondo, la virgen está en la espera de las 12:00 de la medianoche. Sabe que se acerca su serenata y que deberá, una vez más, repartir millones de bendiciones. Mientras, cuenta los segundos al igual que su pueblo.