¡Vaya sorpresa la de Dios! Al siguiente día de haber nacido, el 26 de abril de 1992, Aaron fue puesto en adopción.
Entonces, Wayne y Patty Judge, maestros de escuela en Linden; un pequeño pueblo a pocos kilómetros de San Francisco en California, decidieron acogerlo.
Los docentes no podían procrear hijos, e incluso cuatro años antes; habían ejercido la tutela de John; otro varón y quien fungiría como hermano mayor del recién nacido.
Los educadores brindaron incalculables valores y sobrados principios para los niños Judge, quienes ahora comprenden el valor de los verdaderos progenitores que el destino les brindó.
De hecho, ninguno conoce a sus padres biológicos, quienes los formaron, les otorgaron una bonita luz: John es actualmente profesor de inglés en Corea del Sur, y Aaron es la estrella que dicta las sentencias en el Bronx.
El pequeño Aaron Judge creció entre muchos estudios, incluso, tenía prohibido salir a practicar algún deporte, si no completaba primero todas sus tareas escolares.
Jugó baloncesto, fútbol americano y por supuesto, beisbol.
Sus entrenadores en el colegio y en la secundaria se encontraron siempre con una disyuntiva positiva, porque era un atleta de altas dimensiones en todas las disciplinas.
Con 2.01 de estatura, promedió muy buena cantidad de puntos sobre el tabloncillo, razón por la cual se convirtió en un líder entre los reboteadores.
Un atleta completo en tres disciplinas
Cómo jugador de fútbol americano fue un joven récord en yardas y en anotaciones, pero su valía más destacada parecía estar sobre un montículo de beisbol.
Su último año en la secundaria fue testigo de nueve victorias, con una efectividad de 0.88, era un pitcher estrella, pero había un problema:
Podía cubrir de forma extraordinaria la primera base y el jardín derecho, además de ser autor de kilométricos cuadrangulares.
Las ofertas llovían para Aaron Judge, diversos equipos profesionales de fútbol americano estaban tras sus pasos, agentes que de vez en cuando chocaban contra otros tantos cazatalentos del beisbol.
Un gremio en el cual ya se hablaba de los contundentes bambinazos que conectaba el muchachos criado en un pueblito californiano y agricultor.
Universitario y beisbolista
Al irse a la universidad, eligió la propuesta hecha por California State en Fresno, decidió que jugaría beisbol en su misma entidad geográfica para estar cerca de sus padres.
Ellos lo eligieron al llegar al mundo, y él los eligió todavía más al entrar en el ámbito académico.
Entró en Fresno y acordó no lanzar más, ahora estaba por convertirse en un temible bateador.
Su decisión no pudo resultar mejor, en los tres años en los cuales se mantuvo en el beisbol universitario, estuvo en el equipo “TODOS ESTRELLAS” de jóvenes jugadores en Estados Unidos.
Los agentes no dejaban de suspirar con cada conexión suya.
Todos los scouts corrían la voz, comentaban sus largos estacazos en diversas organizaciones de Grandes Ligas.
En 2010, los Atléticos de Oakland lo seleccionaron en el Draft, pero Aaron Judge respondió al halago con un rotundo no.
Sus valores educativos lo llevaron primero a finalizar su rango académico en la universidad.
Aaron Judge no pudo decir que no
En 2013, los Yankees de Nueva York le ofrecieron un bono de firma por 1 millón 800 mil dólares, una propuesta que junto a su familia, no pudo rechazar.
Ese año, se lesionó y no pudo retribuir las buenas expectativas que había sobre su figura, pero 2014 representó para él, un crecimiento estratosférico.
En 2016, debutó en Las Mayores, recibió el llamado en agosto y disputó 27 compromisos antes de volverse a lesionar, aunque ya había hecho un trabajo fundamental:
Había conectado par de jonrones en sus dos primeros turnos, un cafecito repleto de hazaña que solo han podido realizar dos beisbolistas nada más en toda la historia de los Mulos de Manhattan.
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